El horno abrió en 1738, pero la producción estaba destinada
a la venta ambulante. Ya en 1830 reabriría para venta
directa bajo el nombre de Pizzeria Port'Alba,2 en la vía homónima del centro de la ciudad.
Originalmente producían pizzas en hornos
de leña y contrataban vendedores ambulantes para repartirlas en las
calles. Pronto se convertiría en un importante lugar de encuentro para los
paseantes napolitanos. La mayoría de los clientes eran artistas, estudiantes y
otras personas de clase humilde, por lo que las pizzas que se preparaban eran
generalmente simples, como aceite y ajo.
La pizzería estableció un particular sistema de pago
llamado pizza a otto, que permitía a los clientes retrasar el pago
hasta 8 días después del consumo.3 Por ello, existe una broma
local que fue que una comida de Port'Alba podría ser la última comida gratis de
alguien, si moría antes de pagar. Algunos de sus clientes compusieron poemas en
honor a las pizzas de Port'Alba,4 como Gabriele D'Annunzio, Salvatore Di Giacomo o Benedetto
Croce.56
La historia de la pizza tiene raíces
antiguas y fascinantes. Se cree que los orígenes de la pizza se remontan a la
antigua Grecia, donde ya se servía un pan plano llamado “plakuntos” decorado
con hierbas, especias, ajo y cebolla. En la época de Darío I el Grande (521-500
a. C.), los soldados persas disfrutaban de un pan plano con queso fundido y
dátiles en la parte superior. Virgilio,
en su obra Eneida, también menciona un plato similar1.
Sin embargo, la pizza tal como la conocemos hoy en día se
considera originaria de la ciudad de Nápoles, Italia. Aunque no hay
un momento exacto definido, se cree que los napolitanos comenzaron a disfrutar
de este plato en algún momento del siglo XVII. En sus inicios, la
pizza era un alimento sencillo elaborado por los habitantes humildes de
Nápoles, y su composición no era tan variada como la actual. La
mozzarella es uno de los ingredientes que siempre ha acompañado a la pizza1.
Desde entonces, la pizza ha evolucionado y se ha convertido
en una de las comidas rápidas más internacionales. Se ha extendido desde
Nápoles al resto de Italia y, posteriormente, al mundo, gracias a la
inmigración italiana. Cada región tiene sus propias variantes: en Roma, es
popular la pizza al taglio; en Liguria, la sardenara;
en Sicilia, la sfincione. Fuera de Italia, encontramos la Fugazzetta en
Argentina (el país con más pizzerías por habitante), la pizza mexicana en
México, la manakish árabe, la chicago-style pizza en
EE. UU.,
y la pissaladière francesa, entre otras1.
·La historia del tomate es fascinante y llena de giros
interesantes. Aunque no se conoce su origen exacto, se cree que evolucionó a
partir de la planta prehistórica Nightshade en Sudamérica hace millones de años.
Junto con la patata, el tabaco y el chile, el tomate se desplazó hacia el norte
y fue domesticado en las tierras de Mesoamérica, entre México y el norte de
Costa Rica. Los aztecas fueron una de las culturas que lo integraron en su
cocina.
·El primer contacto europeo con el tomate ocurrió cuando
Cristóbal Colón lo encontró en 1493. Sin embargo, fue Hernán Cortés quien vio
su potencial en la ciudad saqueada de Tenochtítlan y llevó sus semillas a
Europa. A partir de entonces, el tomate se extendió por todo el centro y sur de
América, y en Europa se fomentó su producción. Aunque algunos países europeos,
como Italia e Inglaterra, inicialmente lo consideraron insalubre o venenoso,
finalmente se convirtió en un alimento común. A principios del siglo XIX, el tomate
llegó a Asia, donde ganó popularidad en Siria, Irán y China123.
Las dos categorías principales para consumo humano son el
tomate fresco y el procesado y sus características principales son las
siguientes:
Tomate
fresco: la mayor parte del peso fresco del fruto es agua, siendo los
sólidos solamente un 5 %. Estos sólidos consisten en sustancias
insolubles en agua, tales como paredes celulares, y solubles en agua como
azúcares y ácidos orgánicos. La cantidad de azúcares presentes en el fruto
(aproximadamente la mitad del contenido total de sólidos) y la cantidad de
ácidos (alrededor de un octavo del total de sólidos) determinan el sabor
del tomate. Una alta cantidad de azúcares y una alta concentración de
ácidos es la mejor combinación para obtener un muy buen sabor.
Tomate
procesado: los tomates procesados son aquellos que se enlatan o que se
cocinan para obtener salsas o pasta de tomate. Las variedades que se
utilizan con esos objetivos son más firmes y de paredes más gruesas que
las de los tomates para consumo fresco4. De ese modo conservan su
forma después de la cocción. La remoción de agua del tomate es un proceso
bastante costoso; por esa razón en la industria se prefieren las
variedades que presentan un alto contenido de sólidos insolubles en agua.
Son diversos los productos que se incluyen en esta categoría:
Zumo
de tomate: es el zumo obtenido de tomates triturados. Se lo utiliza
generalmente para beber, solo o combinado con otras bebidas en cócteles,
el más famoso de los cuales es el Bloody Mary. Muchas veces, el zumo
de tomate que se adquiere en los comercios viene con algunos aditivos,
tales como sal, ajo en
polvo, cebolla en polvo u otras especias.REF Hughes, H. (2009). Frommer's 500 Places for Food
and Wine Lovers (en inglés). Wiley. p. 36. ISBN9780470480649.
Consultado el 12 de noviembre de 2020.
↑The
Rotarian (en inglés). Rotary International. 2000. p. 16.
Consultado el 12 de noviembre de 2020.
↑ Harte, Tom (2003). «Popularity of pizza». Southeast
Missourian. Archivado desde el original el
4 de febrero de 2017. Consultado el 12 de noviembre de 2020.
Para nosotros, las grandes llanuras abiertas, las hermosas colinas onduladas y los ríos serpenteantes y de curso enmarañado, no eran salvajes. Solo para el hombre blanco era salvaje la naturaleza, y solo para él estaba la tierra infestada de animales salvajes y gentes bárbaras. Para nosotros era dócil. La tierra era generosa y estábamos rodeados de las bendiciones del Gran Misterio. Para nosotros no fue salvaje hasta que llegó el hombre velludo del Este y, con brutal frenesí, amontonó injusticias sobre nosotros y las familias que amábamos. Cuando los mismos animales del bosque empezaron a huir de su proximidad, entonces empezó para nosotros el Salvaje Oeste
Hinmaton Yalaktit (1840-1904)
Jefe Joseph, de la banda wallowa de los nez percés (1879)
El viernes 28 se cumplieron 60 años del anuncio del primer ministro soviético Nikita Khruschev de que había ordenado desmantelar las instalaciones nucleares que construía en Cuba y retornar a la URSS los misiles nucleares de alcance medio e intermedio destinados a ellas, en respuesta a una intimación del Presidente estadounidense John F. Kennedy. Nunca antes la humanidad estuvo tan cerca de la aniquilación recíproca.
La crisis de los misiles ha sido desde entonces objeto de estudio y reflexión, con el propósito de extraer conclusiones que orientaran la conducta de las grandes potencias para evitar la reproducción de semejante riesgo. El National Security Archives es una ONG con sede en la Universidad Jesuita George Washington, que utiliza la ley de acceso a la Información (FOIA) para solicitar que se desclasifiquen miles de documentos secretos. Sus colecciones sobre Chile y la Argentina han contribuido al esclarecimiento de los crímenes de lesa humanidad cometidos por las respectivas dictaduras y al rol cumplido en cada caso por ministerios, agencias y organismos del gobierno estadounidense, comenzando por Henry Kissinger. Uno de sus principales directivos, Peter Kornbluth, dirigió el proyecto Chile y también una investigación a fondo sobre Cuba y la crisis de los misiles. Hace dos semanas publicó en la revista Foreign Policy un revelador ensayo acompañado de la pertinente documentación, en el que repasa todo el conocimiento acumulado sobre el tema y proyecta sus conclusiones sobre el presente, cuando el conflicto sobre Ucrania entre la Federación Rusa, Estados Unidos y sus asociados en la OTAN reaviva los temores de una devastación nuclear. La investigación de Kornbluth es la base sobre la que se elaboró este artículo.
“Por primera vez desde la crisis de los misiles cubanos, estamos ante una directa amenaza de usar armas nucleares” dijo este mes el actual Presidente Joe Biden, quien aludió a “la perspectiva del Armageddon”. Desde el comienzo de aquella crisis, cuando un avión espía norteamericano fotografió la construcción de esos silos nucleares en la isla, el Comité Ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional, conocido por la sigla ExComm, recomendó lanzar ataques aéreos para destruirlos. John Kennedy estuvo de acuerdo, como consta en la grabación registrada por el sistema clandestino que el propio Presidente había hecho instalar meses antes en la sala de reuniones y que tendría un despliegue histórico durante el mandato de uno de sus sucesores, Richard Nixon.
Kennedy le comunicó tal decisión el mismo 16 de octubre al embajador estadounidense en las Naciones Unidas, Adlai Stevenson, líder del ala izquierda del Partido Demócrata. Stevenson era 16 años mayor que Kennedy y gozaba de un gran prestigio intelectual, pero no tanto político, debido a sus dos derrotas en las elecciones presidenciales ante el general en jefe de los ejércitos aliados en la Segunda Guerra Mundial, general Dwight Eisenhower. Recibido por Kennedy en las habitaciones familiares de la Casa Blanca, Stevenson le aconsejó inclinarse por alternativas diplomáticas. “No lancemos un ataque aéreo antes de explorar la posibilidad de una solución política”, le dijo. A la mañana siguiente puso esas ideas por escrito en un memorándum confidencial, en el que sugería abrir un canal reservado de comunicación con Khruschev y con el líder cubano Fidel Castro, consultar con los aliados europeos que podrían tener una visión diferente y crear las condiciones para un acuerdo negociado. “Comenzar o arriesgarse a comenzar una guerra nuclear está llamado a ser divisivo en el mejor de los casos, y el juicio de la historia rara vez coincide con los ánimos del momento”, escribió.
El corazón de la propuesta secreta de Stevenson era negociar algunas instalaciones nucleares de Estados Unidos en Europa por el retiro de los misiles soviéticos de Cuba. Dadas las “consecuencias incalculables” de un ataque a Cuba, “deberías dejar claro que la existencia de bases de misiles nucleares en cualquier parte es negociable”. Reiteró el consejo de abrir negociaciones reservadas con Khruschev y Castro y afirmó que cuando Kennedy estuviera listo para hacer público lo que estaba sucediendo, “sería un error revelar que es inminente un ataque”. Antes de firmar su carta privada, Stevenson se refirió a las tácticas de Khruschev: “Chantaje e intimidación, nunca”. Para su país, afirmó: “Negociación y cordura, siempre”.
Eso es exactamente lo que Kennedy hizo. En vez del ataque aéreo que los halcones de ExComm seguían proponiendo, el 20 de octubre optó por una acción provisoria sostenida por el Secretario de Defensa, Robert McNamara, el de Estado, Dean Rusk y, por supuesto, Stevenson: una cuarentena naval sobre la isla, de modo de ganar tiempo de negociación con Khruschev. En un esfuerzo por convencer al Presidente de incluir un programa político en su respuesta a la presencia de los misiles, Stevenson presentó al Consejo de Seguridad Nacional un plan de negociación, en procura de la “neutralización y desmilitarización” de Cuba, estacionando tropas de paz y observadores de las Naciones Unidas en la isla y celebrando una cumbre entre Kennedy y Khruschev sobre armas nucleares. Como prueba de buena fe ofrecía canjear la remoción de las instalaciones soviéticas en Cuba por el retiro de la base de Guantánamo y abrir la posibilidad de negociaciones posteriores sobre los misiles estadounidenses estacionados en Turquía e Italia. “El punto esencial será la declaración de que Estados Unidos busca un acuerdo político y no una escalada militar”, escribió.
Kennedy no aceptó el paquete completo, pero ofreció discutir el intercambio de misiles. En un dramático discurso televisado el 22 de octubre, anunció el descubrimiento de los misiles y la imposición de la cuarentena naval, advirtió sobre la opción militar pero no se comprometió con ella: “No nos arriesgaremos en forma prematura o innecesaria al costo de una guerra mundial nuclear en la que, incluso los frutos de la victoria, serían ceniza en nuestra boca. Pero tampoco retrocederemos ante ese riesgo si llega el momento de enfrentarlo”. Además de una comunicación diplomática directa con Khruschev, la Casa Blanca abrió varios canales informales con el líder soviético, incluyendo:
un mensaje al representante de la inteligencia soviética en Washington, trasmitido por el íntimo amigo del Presidente Charles Bartlett, y
una comunicación secreta con Castro por intermedio del gobierno de Brasil, que presidía el laborista João Goulart.
La noche del 26 de octubre, Khruschev envió una carta privada a la Casa Blanca, anunciando que retiraría los misiles si Kennedy garantizaba públicamente que Estados Unidos nunca invadiría Cuba (cosa que había apoyado el año anterior con el fallido desembarco en Bahía de los Cochinos). Pero al día siguiente elevó su exigencia: dijo que retiraría sus misiles de Cuba si Estados Unidos “remueve sus medios análogos de Turquía”. Muchos de los principales asesores de Kennedy se opusieron al canje, argumentando que abandonar a un aliado de la OTAN en medio de una crisis sería un golpe mortal para la alianza. El sistema de grabación de la Casa Blanca registró al Presidente cuestionando cómo luciría este razonamiento una vez que estallara la guerra entre las superpotencias: “Pienso en las 500 salidas y posiblemente en la invasión que tendríamos que hacer en un solo día, por no sacar los misiles de Turquía. Sabemos cuán rápido se va el coraje de todos cuando empieza a correr la sangre, y eso es lo que le va a pasar a la OTAN. Cuando [los soviéticos] tomen Berlín, todo el mundo dirá: ‘Bueno, [el acuerdo con Turquía] era una muy buena propuesta’… Esa es la dificultad. Hoy suena genial rechazarlo, pero no lo será después de que hagamos algo”.
Sin que lo supieran sus principales asistentes, incluido Stevenson, Kennedy decidió que si se realizaba en secreto el canje de misiles era un precio relativamente bajo a pagar para impedir el Armageddon nuclear. El 27 de octubre fue conocido como Sábado Negro, por:
el derribo de un avión espía U-2 sobre Cuba por una batería antiaérea soviética, y
una confrontación en alta mar entre buques de guerra de Estados Unidos y un submarino soviético de la clase foxtrot equipado con torpedos con cabezas nucleares.
A las ocho menos veinte de esa noche, el Estado Mayor Conjunto recibió un informe de inteligencia según el cual los soviéticos habían completado la instalación y los misiles nucleares de alcance intermedio ya estaban operativos en sus lanzadores. Sin pérdida de tiempo, Kennedy envió a su hermano Robert a proponerle un acuerdo secreto al embajador soviético en Estados Unidos, Anatoly Dobrynin. Bobby Kennedy le prometió que en pocos meses Estados Unidos comenzaría a desmantelar sus misiles Jupiter de Turquía. Sin embargo, debido a sus obligaciones con la OTAN, el gobierno de Kennedy nunca reconocería públicamente este trato. Khruschev estaba tan ávido como Kennedy de una salida a la crisis y respondió a la mañana siguiente. Mientras Kennedy se vestía para ir a la misa del domingo, Radio Moscú emitió un mensaje de Khruschev: “El gobierno soviético ordenó desmantelar las armas que usted describe como ‘ofensivas’, su embalaje y retorno a la Unión Soviética”. Kennedy encomió entonces la decisión de Khruschev como “una importante contribución a la paz”. Dice Kornbluth: “La amenaza existencial de una conflagración nuclear mundial pasó. El mundo exhaló un suspiro colectivo de alivio”.
Pero la parte del acuerdo que terminó la crisis se mantuvo como secreto absoluto durante décadas. La versión oficial fue que los soviéticos aceptaron retirar los misiles de Cuba a cambio de la promesa de no invasión futura, porque parpadearon primero ante la determinación de Kennedy. Stevenson fue el chivo expiatorio de la crisis. En la primera semana de diciembre de 1962, el Saturday Evening Post publicó un suplemento de ocho páginas titulado “En tiempo de crisis”.
Era venenoso contra Stevenson, cuyo rol en los acontecimientos falseaba en una forma que hoy es muy familiar, pero que aún no se había impuesto en la política mundial. Esa precursora fake news presentaba a Kennedy como un líder valiente que nunca se puso nervioso, y a Stevenson como un apaciguador al estilo de Chamberlain frente a Hitler. “Adlai quería un Munich, canjear las bases misilísticas turcas, italianas y británicas por las cubanas”. Sus autores, Stewart Alsop y Charles Bartlett, eran íntimos amigos de Kennedy, y acusaron a Stevenson de ser el único asesor presidencial que disintió del consenso general. “No parece haber duda de que prefería una negociación política a la alternativa de la acción militar”, escribieron.
En una conferencia de prensa el 12 de diciembre le preguntaron a Kennedy sobre la posición de Stevenson durante la crisis y se negó a “describir, verificar o discutir las posiciones” adoptadas por sus asesores, que “deberían ser materia de los historiadores”. Así fue. En un archivo de historiaoral en la biblioteca presidencial Kennedy, Bartlett dijo que mostró esa parte del artículo al Presidente antes de publicarlo, para que lo confirmara o lo desmintiera. “Su actitud fue que el artículo era preciso”. En sus memorias el otro autor, Alsop llegó a decir que Kennedy editó los borradores del artículo, para eliminar un párrafo favorable a Stevenson, mientras dejó la referencia a Munich. La revista Time dedicó una tapa al escándalo y en la nota citó a un amargado Stevenson: “Parecemos vivir en una época en la que cualquiera que esté por la guerra es un héroe, y quien abogue por la paz, un boludo”.
Kornbluth lamenta que “toda una generación de académicos, analistas, formuladores de política exterior e incluso Presidentes, aprendieron la lección equivocada del mayor conflicto entre las superpotencias de la historia moderna”. Debieron transcurrir nada menos que 27 años hasta que el ex embajador Dobrynin, durante una conferencia realizada en Rusia sobre la crisis de los misiles a la que asistieron en 1989 funcionarios de ambos gobiernos, compartiera por primera vez el cable que envió a Moscú al terminar su reunión con Robert Kennedy, del 27 de octubre de 1962. Según ese texto, Robert Kennedy dijo que su hermano el Presidente estaba dispuesto a llegar a un acuerdo con Khruschev sobre Turquía. “Necesitamos de 4 a 5 meses para retirar esas bases, pero el Presidente no puede decir nada en público”, porque, agregó, “además de él y su hermano, sólo dos o tres personas conocían el tema en Washington”.
Theodore Sorensen, quien luego del asesinato de Robert Kennedy editó sus memorias, tituladas Thirteen Days, confesó durante la misma conferencia que la bitácora de Robert Kennedy sobre esos trece días explicitaba que parte del trato fue el retiro de las bases de Turquía; pero que como aún era un secreto del lado estadounidense, él asumió la responsabilidad de omitirlo.
La historia ficticia de cómo se resolvió la crisis de los misiles pasó a integrar el folklore de la política exterior. Los incompletos relatos de asistentes principales de Kennedy, como Schlesinger y Sorensen, fueron la base de los modelos y paradigmas del influyente libro del politólogo Graham Allison Essence of Decision: Explaining the Cuban Missile Crisis. Sesenta años después, el gobierno de Biden tiene un registro más completo de la historia en el que basarse, cuando los gobernantes estadounidenses y el mundo se enfrentan a otro momento de crisis nuclear. Aún se desconoce cuán aplicables serán las lecciones de la crisis de los misiles para prevenir una escalada de la guerra entre Rusia y Ucrania. Pero el mantra de la razón que Stevenson compartió con Kennedy en octubre de 1962 parece más relevante que nunca: “Chantaje e intimidación nunca, negociación y cordura siempre”, concluye Kornbluth.
Por desgracia no parece que haya cerca de Biden alguien de la estatura intelectual y la integridad moral de Adlai Stevenson.
Termino con un recuerdo personal. En una de esas jornadas agónicas, se proyectaba en el microcine de la Asociación de Cronistas Cinematográficos de Buenos Aires Los cuatro días de Nápoles, la imponente película de Nanni Loy sobre el alzamiento popular que en 1943 había resistido con heroísmo a nazis y fascistas. La vista de esa película, donde suena la tarantela trágica de Carlo Rustichelli, con la angustia de un inminente fin del mundo, produjo una proyección dramática, que terminó con lágrimas en los ojos de los pocos asistentes al preestreno.
Entre las sociedades musulmanas del norte de Africa existió el oficio de "escritor público". Quienes ejercían esta tarea ofrecían su trabajo a los habitantes del pueblo para ayudarlos a expresar mejor sus sentimientos, a contar de una manera más conmovedora sus propias historias. El cronista intenta registrar lo que sucede, pero también, al mismo tiempo, su mirada construye, crea la realidad que describe, y esto ocurre a pesar de su intención de ser fiel a los hechos. La palabra es acción, y como tal puede convertirse en una herramienta política, en un instrumento de combate.
Pero la palabra es además inasible y misteriosa. Un instrumento tenso que nos maneja y configura cuando creemos dominarlo. Somos nosotros el instrumento de ese magma opaco y misterioso que creemos dominar
De todos modos, es lo único con que contamos para intentar conjurar, aunque sea parcialmente, el asombro, el silencio, la nada
Pablo Bilsky nació en Rosario en 1963. Escribe poesía, narrativa y crónica. Trabaja como profesor de Literatura Española en la Facultad de Humanidades y Artes (UNR). Se desempeña además como periodista especializado en política internacional en la cooperativa La Masa. Publicó las novelas Herodes (Yo Soy Gilda, 2015) y Taxi (Le Pecore Nere, 2019), los libros de crónicas de viaje China (Baltasara Editora, 2018) y Vietnam (Baltasara Editora, 2020), y el poemario Sfruttatori (EMR, 2018)
lunes, 25 de abril de 2022
Cuando Kruschev pronunció su famosa denuncia
de la era staliniana, se dice que uno de los presentes
en el Comité Central dijo "....Dónde estabas tú, camarada Kruschev, cuando
fueron asesinadas todas esas personas inocentes?..."
Kruschev se detuvo, miró en torno a toda la sala y dijo
" Agradecería que quién lo ha dicho, tuviera la bondad
de ponerse de pié"
La tensión se podía masticar en la sala
Pero nadie se levantó
Entonces dijo Kruschev " Muy bien, ya tienes la respuesta,
El profesor y el periodista pasean por el jardín. En eso, Jean-Marie Pelt, el profesor, se detiene, señala con el dedo y dice: — Le presento a nuestras abuelas.
Y el periodista, Jacques Girardon, se agacha y descubre una bolita de espuma que asoma entre los pastos. Es un pueblo de microscópicas algas azules. En los días de mucha humedad, las algas azules se dejan ver. Así, todas juntas, parecen una escupida. El periodista frunce la nariz: el origen de la vida no tiene un aspecto muy atractivo que digamos, pero de esa baba, de esa porquería, venimos todos los que tenemos piernas, patas, raíces, aletas o alas.
Antes del antes, en los tiempos de la infancia del mundo, cuando no había colores ni sonidos, ellas, las algas azules, ya existían. Echando oxígeno, dieron color a la mar y al cielo. Y un buen día, un día que duró millones de años, a muchas algas azules se les dio por convertirse en algas verdes.
Y las algas verdes fueron generando, muy poquito a poco, líquenes, hongos, musgos, medusas y todos los colores y los sonidos que después vinieron, vinimos, a alborotar la mar y la tierra.
Pero otras algas azules prefirieron seguir siendo como eran. Así siguen estando.
Desde el remoto mundo que fue, ellas miran el mundo que es.
Como ocurió con San Martín, la historia oficial encontró en el homenaje formal de los monumentos, las calles y avenidas, la forma de ignorar a este enorme argentino que no tiene su dia en el calendario oficial. El día de su muerte fue instituído como el dia de la bandera, símbolo no muy tenido en cuenta por los argentinos, mas allá de los festejos deportivos. Estamos a tiempo de corregir la cuestión. Podríamos, por ejemplo, modificar la fecha de celebración del dia de la industria-que hasta hoy recuerda "la primera exportación argentina al exterior el 2 de septiembe de 1587" y que, en realidad, se trató de un hecho de contrabando concretado por el obispo Francisco de Vittoria, por el 3 de Junio, dia del nacimiento del primer promotor de la industria nacional, Manuel Belgrano
Este joven miembro de una de las familias "mas acomodadas" de Buenos Aires bien pudo haber utilizado su título de abogado obtenido en España para tener un buen pasar en Europa o para continuar con los negocios familiares en Buenos Aires, pero decidió ponerse a disposición del cambio de las injustas condiciones de vida, de la modernización de la economía, del impulso de las nuevas ideas en la industria en su tierra, que por entonces estaba muy lejos de constituirse en una nación.
Lo hizo en medio de un régimen colonial que iba en exacto sentido inverso a sus intenciones. Pero ese enorme obstáculo, lejos de desanimarlo, pareció estimularlo a dejarnos cada año un plan de gobierno en sus Memorias del Consulado
Allí se ocupó de los temas que deberían ocupar a un verdadero estadista: la agricultura, la ganadería, la situación de los campesinos, las vías de comunicación, las razas ovinas y bovinas mas convenientes para nuestro campo, la introducción de nuevos cultivos, el fomento permanente de la industria y sobre todo de la educación, a la que entendía como necesariamente gratuita y obligatoria en igualdad de condiciones para niños y niñas, hombres y mujeres
Su lucha fue no solo la evidente de sus grandes victorias y derrotas militares, sino la cotidiana contra la incomprensión y la enemistad manifiesta que siempre le prodigaron los poderosos, "los partidarios de sí mismos", como él los definió, magníficamente