De Yahveh, el profeta Jonás dijo "..El me oyó desde el vientre del infierno...". En cambio, nadie oyó o quiso oír a los diecisiete marineros rusos que en el año 2001 quedaron atrapados en el submarino Kursk. Por espacio de cuatro días con sus noches, los atribulados submarinistas esperaron a ser rescatados a escasos cien metros de la superficie gélida y borrascosa del Mar de Barents. Receloso de que sus enemigos conociesen los secretos de su armamento oceánico, el Presidente Vladimir Putin se negaba a aceptar la asistencia de los noruegos y los americanos, a la sazón los únicos provistos con pequeños sumergibles de rescate. Cuando los rusos al fin se resignaron a pedir ayuda, era ya demasiado tarde; los marineros habían muerto por el estallido fulminante de la cámara donde se hallaban. Tuvieron, sin embargo, tiempo para redactar poemas de despedida a sus familias
Buques fantasma y balsas de locos
La Isla de las Tribus Perdidas Ignacio Padilla
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