LOS NUEVE MIL MILLONES DE NOMBRES DE DIOS
I
El doctor Wagner se contuvo haciendo un esfuerzo. La cosa tenia mérito. Después dijo:
-Su pedido es un poco desconcertante. Que yo sepa, es la primera vez que un monasterio tibetano encarga una maquina de calcular electrónica. No quisiera parecer curioso, pero estaba lejos de pensar que un establecimiento de esta naturaleza tuviese la necesidad de aquella maquina. ¿Puedo preguntarle que piensa hacer con ella?-El lama se ajusto los faldones de su túnica de seda y dejo sobre la mesa la regla de cálculo con la que terminaba de hacer la conversión de libras a dólares.
-Con mucho gusto. Su computadora electrónica tipo cinco puede hacer, si su catálogo no miente, todas las operaciones matemáticas hasta diez decimales. Si embargo, me interesan letras y no números. Tendría que pedirles que modificasen el circuito de salida, de modo que imprimiese letras en vez de columnas de cifras-
- No termino de comprender…
- Desde la fundación de nuestro monasterio, hace más de tres siglos, nos hemos venido consagrando a cierta labor. Es un trabajo que acaso parezca extraño, y por ello le pido que me escuche con espíritu abierto
-De acuerdo
-Es sencillo. Estamos redactando la lista de todos los nombres posibles de Dios
-¿Cómo?
El lama prosiguió imperturbable
-Tenemos excelentes razones para creer que todos estos nombres requieren, como máximo, nueve letras de nuestro alfabeto
-¿Y han estado haciendo esto durante tres siglos?
-Si. Y hemos calculado que necesitaríamos quince mil años para completar nuestra tarea.
El doctor lanzó un silbido ahogado, como si estuviera un poco aturdido.
-O.K. Ahora comprendo porque quiere usted alquilar una de nuestras maquinas. Pero, ¿Cuál es el objeto de la operación?
El lama vacilo una fracción de segundo, y Wagner temió haber molestado a aquel singular cliente que acababa de hacer el viaje de Lhassa a Nueva York con una regla de calcular y el catalogo de
-Puede llamarlo ritual si así lo quiere-respondió el lama- pero tiene una gran importancia en nuestra fe. Los nombres del Ser Supremo, Dios, Júpiter, Jehová, Alá y otros, no son mas que rótulos escritos por los hombres. Consideraciones filosóficas demasiado complejas para que se las exponga ahora nos han dado la certidumbre de que, entre todas las permutaciones y combinaciones posibles de letras, se encuentran los verdaderos nombres de Dios. Pues bien, nuestro objeto consiste en encontrarlos y escribirlos todos.
-Ya comprendo. Han empezado ustedes con A.A.A.A.A.A.A.A.A y terminaran con Z.Z.Z.Z.Z.Z.Z.Z.Z
-Con la diferencia de que utilizamos nuestro alfabeto. Desde luego, supongo que les será fácil modificar la maquina electrónica adaptándola a nuestro alfabeto. Pero hay otro problema mas interesante, la disposición de circuitos especiales que eliminen las combinaciones inútiles. Por ejemplo ninguna de las letras debe aparecer mas de tres veces sucesivamente.
¿Tres? Querrá decir dos.
No. Tres. Pero la explicación detallada requeriría demasiado tiempo, aunque comprendiera usted nuestra lengua.
Wagner dijo, precipitadamente:
-Claro, claro. Prosiga.
-Le será fácil adaptar su computadora automática para lograr ese punto. Convenientemente dispuesta, una maquina de ese tipo puede permutar las letras unas tras otras e imprimir el resultado. De esta manera-concluyó el lama tranquilamente- lograremos en cien días lo que nos habría costado quince mil años mas.
El doctor Wagner creyó perder el sentido de
¿Acaso la locura de los hombres no tenia un límite? Pero el doctor Wagner no debía manifestar sus pensamientos. El cliente tiene siempre razón….
Respondió:
-No cabe duda de que podemos modificar la computadora tipo cinco de manera que imprima las listas como usted desea. Me preocupa mas la instalación y el manejo. Además no será fácil transportarla al Tibet.
-Esto puede arreglarse. Las piezas sueltas son lo bastante pequeñas para que puedan transportarse en avión. Por eso hemos elegido la maquina de ustedes. Envíen las pieza a la India, y nosotros nos encargaremos de lo demás.
-¿Desean los servicios de dos de nuestros ingenieros?
-Si, para montar la maquina y vigilarla los cien días.
-Enviaré una nota a la dirección de personal-dijo Wagner, escribiendo en un block- Pero aun hay dos cuestiones mas para resolver….
Antes de que pudiese terminar la frase, el lama había sacado del bolsillo una hojita de papel.
-Aquí tiene el estado, certificado, de mi cuenta en el Banco Asiático.
-Muchas gracias. Perfectamente…..Pero, si me permite, hay otra cuestión, tan elemental que casi no me atrevo a mencionarla. A menudo ocurre que se olvidan las cosas evidentes…. ¿Disponen de energía eléctrica?
-Tenemos un generador Diesel eléctrico de cincuenta kilovatios y ciento diez voltios. Fue instalado hace cinco años y funciona bien. Nos facilita la vida en el monasterio: Lo compramos principalmente para hacer girar los molinos de oración.
- Ah, ya. Naturalmente. Hubiese debido pensarlo….
II
Semana tras semana, la maquina tipo cinco modificada había llenado miles y miles de hojas con sus inscripciones mas absurdas. Paciente e inexorable, la maquina calculadora había agrupado las letras del alfabeto tibetano en todas las combinaciones posibles, agotando una serie tras otra. Los monjes recortaban ciertas palabras al salir de la maquina electrónica y las pegaban devotamente en unos enormes registros. Dentro de una semana, su trabajo habría terminado.
Hanley ignoraba que cálculos oscuros los habían llevado a la conclusión de que no hacia falta estudiar conjuntos de diez, de veinte, de cien o de mil letras, y no había ningún empeño en saberlo. En sus pesadillas, soñaba algunas veces que el gran lama decidía bruscamente complicar un poco mas la operación y que había que proseguir el trabajo hasta el año 2060. El hombre parecía muy capaz de una cosa así.
Crujió la pesada puerta de madera. Chuk se reunió con el en
-Escucha Georges-dijo Chuk- estoy preocupado.
-¿Se ha estropeado la maquina?
-No.
Chuk se sentó en el parapeto: Fue algo sorprendente, pues de ordinario, temía el vértigo.
-Acabo de descubrir el objeto de la operación.
-¡Pero si ya lo sabíamos!
-Sabíamos lo que querían hacer los monjes, pero ignorábamos el porque.
-Bah! Están chalados….
-Escucha, Georges, el anciano acaba de explicármelo. Piensan que cuando se hayan escrito todos estos nombres (que, según ellos, son unos nueve mil millones), se habrá alcanzado el divino designio. La raza humana habrá cumplido la misión para la que fue creada.
-Y después ¿qué? ¿Esperan, acaso, que nos suicidemos?
- Sería inútil. Cuando la lista este terminada, intervendrá Dios, y todo habrá terminado
-¿Se acabará el mundo?
Chuk lanzo una risita nerviosa
-Esto es lo mismo que le he dicho al anciano. Entonces él me ha mirado de un modo extraño, como el maestro al discípulo particularmente lerdo, y me ha dicho: “! Oh, no será una cosa tan insignificante!”
Georges reflexionó un momento
-Es un tipo que, por lo visto, tiene grandes ideas -dijo-, pero no veo que cambie nada
-Si. ¿Pero te das cuenta de lo que puede ocurrir? Si, terminadas las listas, no suenan las trompetas del ángel Gabriel, en su versión tibetana, pueden pensar que es por culpa nuestra. A fin de cuentas utilizan nuestra maquina. No me gusta esto….
-Comprendo…-dijo Georges, muy despacio-, pero ya he visto otros casos parecidos. Cuando yo era chico, hubo en Luisiana un predicador que anunció el fin del mundo para el domingo siguiente. Centenares de personas lo creyeron. Incluso algunas vendieron sus casas. Pero nadie se encolerizó cuando pasó el domingo. La mayoría pensó que había sido solo un pequeño error de cálculo, y muchos de ellos siguieron creyendo igual.
-Para el caso de que no lo hayas notado, debo advertirte que no estamos en Luisiana. Estamos solos, los dos, entre centenares de monjes. Son muy simpáticos, pero preferiría hallarme lejos cuando el viejo lama se de cuenta del fracaso de la operación.
-Hay una solución: un pequeño sabotaje inofensivo. El avión llega dentro de una semana, y la maquina terminará su trabajo en cuatro días, a razón de veinticuatro horas por día.
Solo tenemos que hacer una reparación que dure tres o cuatro días. Si calculamos bien el tiempo, podemos hallarnos en el aeropuerto cuando salga de la maquina la ultima palabra.
-Si no me equivoco-dijo Chuk- han adivinado perfectamente que huíamos, y les ha tenido sin cuidado. Ahora saben que la maquina es absolutamente automática y que huelga toda vigilancia. Y también creen que no habrá un después.
Georges se volvió en la silla y se quedó dormido. La mole del monasterio recortaba su parda silueta sobre el sol poniente. Unas lucecitas brillaban de vez en cuando bajo la masa sombría de las murallas, como los tragaluces de un navío en ruta. Eran las lámparas eléctricas suspendidas en el circuito de la computadora tipo cinco.
“¿Qué sucedería con la computadora electrónica”- se pregunto Georges-. ¿La destruirían los monjes, a impulsos del furor y el desengaño? ¿O volverían a comenzar de nuevo?”
Como si todavía estuviese allí, veía todo lo que pasaba en aquel momento en la montaña, detrás de las murallas. El gran lama y sus auxiliares examinaban las hojas, mientras los novicios recortaban nombres extravagantes y los pegaban en el enorme cuaderno. Y todo esto se realizaba en medio de un religioso silencio. No se oía mas que el tableteo de la maquina, golpeando el papel como una lluvia mansa. La propia maquina, que combinaba millares de letras por segundo, era absolutamente silenciosa….
La voz de Chuk interrumpió sus sueños.
-¡Míralo! ¡He ahí una visión agradable!
Semejante a una minúscula cruz de plata, el viejo avión de transporte DC3 acababa de posarse allá abajo, en el pequeño aeródromo improvisado. Esta visión daba ganas de beber un buen trago de whisky helado. Chuk empezó a cantar, pero se interrumpió de pronto. Las montañas parecían restarle ánimos.
Georges consulto su reloj.
-Estaremos en el llano dentro de una hora-dijo-. Y añadió-: ¿Crees que habrá terminado el cálculo?
Chuk no respondió, y Georges levanto
-Mira!- murmuró Chuk
Georges, a su vez, levantó los ojos.
Por última vez, encima de ellos, en la paz de las alturas, las estrellas se apagaban una a una…..
Sir Arthur Charles Clarke