El Té es una obra de arte y requiere oficios de maestro para hacer resaltar sus características más nobles. Así como hay buenos y malos cuadros, con el té sucede otro tanto. No existe una fórmula específica para preparar el té perfecto, de la misma manera que no lo hay para crear un Ticiano o un Sesson. Cada manera de preparar las hojas del té tiene un estilo privativo de quien lo hace, su correlación especial con el agua y con el calor, y tiene, además, su heredad de recuerdos, ya que nos cuenta su propia historia. Pero tiene que poseer la verdadera belleza. ¡Cuánto sufrimiento engendra la incapacidad de la sociedad para dar crédito a estas simples leyes básicas del arte y de la vida!
El poeta Li Chihlai, contemporáneo de Sung, ha dicho una vez con desconsuelo: "Hay tres cosas en este mundo que son muy lamentables: la corrupción de la juventud por la inconsistente educación, el ultrajar los mejores cuadros por un mirar mediocre con la boca abierta, y el desperdicio del buen té por manos neófitas"
El libro del Té Kakuzo Okakura
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