domingo, 21 de octubre de 2012

ATAJA ROQUE MARRAPODI

HACE TIEMPO Y NO TAN LEJOS : ROQUE MARRAPODI
Un arquero inolvidable

 



Los futboleros que pintan canas, si todavía tienen algo de cabello; quienes sobrellevan larga experiencia de vida sobre su espalda, especialmente vivida en la tribuna, y los entusiastas de la historia del fútbol --que abundan en todas partes-- suelen forjar arquetipos para la memoria popular.
El emblemático número 10 que decora la espalda del enganche es, indiscutiblemente, la epítome del jugador exquisito; la quintaesencia que lo ejemplifica es el recuerdo de Diego Maradona o Edson Arantes Do Nascimento, el Beto Alonso y ni que hablar Bochini , Ermindo o el Tata Martino y hasta nuestro Salvador Cicchini, de una larguísima lista.
    

Un nueve (el único caso en que un número es un sustantivo, casi propio) que se precie de tal puede ser rústico pero efectivo para que la pelota llegue a la red desde cualquier posición. Martín Palermo, el  "Lobo" Fischer, el "Pichero" Sanfilippo, Leopoldo Jacinto Luque, "El Matador" Mario Kempes, Batistutta, Crespo y tantos otros son ejemplos cabales. Los marcadores de punta o centrales, en su versión áspera, como Pernía, o refinada, como Marzolini y Roberto Perfumo.  Y así sucesivamente con cada puesto en la cancha.
Con los guardavallas, ocurre algo distinto y la memoria popular es remisa en la confección de listas. Vale recordar que, en nuestra infancia, cuando en algún potrero se armaban los equipos para el picado según la estricta determinación de las pisadas del "pan y queso", al arquero se lo dejaba para el final. Cuando no, el dueño de la pelota, generalmente el más "perro", iba debajo de los tres palos.
Pero,  que los hubo grandes, sí que los hubo. Como el troesma Amadeo Raul Carrizo,Hugo Orlando Gatti,  el "Pato" Fillol, que nos hizo ganar el Mundial del 78, especialmente cuando le atajó un penal al polaco Kazimierz Deyna, uno de los mejores carrileros de la historia. O la "Araña Negra" Lev Yashim, el ruso que gustaba de la ropa negra y hacía maravillas. O el inolvidable "Tano" Antonio Roma, el de aquella polémica al ataja un penal a Delem; además de dibujarle una estrella más a los xeneizes, inmortalizó --para bien o para mal, según se mire-- a Guillermo Nimo. O el inefable colombiano René Higuita, inventor de la atajada alacrán. O nuestro Roque Marrapodi...
Muy pocos saben que antes de consagrarse como portero, Marrapodi había mostrado sus aptitudes en el básquetbol y en el boxeo, deporte en el cual llegó a participar en 20 peleas y hasta fue semifondista en Punta Alta, adonde había nacido el 18 de junio de 1919, y también en Bahía Blanca. Lo hizo tambien en el baloncesto que, tras su paso por la primera de Sporting, integró la selección de la Liga del Sur en el campeonato argentino de 1948.
Pero los guantes tiraron más. No esos mitones acolchados y encordados usados para golpear al oponente, sino los otros, los rugosos, necesarios para atenazar una pelota Nº 5 con gajos de cuero.
Para tal fin, se enlistó en el club de la casaca francesa, Rosario Puerto Belgrano. De allí al seleccionado de la Liga del Sur, equipo que integró con apenas 17 años de edad, hubo un solo paso. Antes de eso, acaso cuando su interés se entremezclaba con otros deportes, defendió desde el arco la camiseta de Asfalto Frío, en realidad, el club de sus amores.
Un poco antes de 1949,  Roque Marrapodi recalaba en el fútbol grande.
En Ferrocarril Oeste, esa notable institución deportiva del barrio porteño de Caballito que todos recordamos por el verde de su camiseta y sus pantalones blancos; ciertos nombres asociados a su rica historia como el "Goma" Vidal y el discutido Garré, entre otros; y por un hincha estrella, Rolo Puente.
Debutó con una victoria ante Chacarita Juniors, y durante seis temporadas devino en héroe del oeste porteño, tanto, que en 1954 integró la selección nacional.
Sus manazas y su elasticidad, especialmente demostrada en las tremendas voladas a ras del piso que lo caracterizaban, apuntalaron a un equipo que finalmente se consagró campeón sudamericano en Chile, el cual realizó posteriormente una exitosa gira por distintos países europeos.
Tras un fugaz paso por Vélez Sarfield, en donde también se destacó, volvió a la casa verdolaga. De allí vistió la celeste de Temperley y realizó sus últimas atajadas en Arsenal de Sarandí.
Durante un corto tiempo volvió a este pago bajo la Cruz del Sur. No alcanzó a pisar suelo rosaleño que ya lo contrataban para orientar a Rosario Puerto Belgrano, su viejo y querido club. Aceptó el desafío, que se amplió cuando aceptó la dirección del bando contrario, el de color sangre y luto de Sporting.
Su retiro voluntario incluyó una puntillosa desvinculación del fútbol en Haedo, ciudad en la que se radicó finalmente para disfrutar de los últimos años de su vida.
Allí dejó de existir un frío martes de junio, el 14, y partió hacia el Cielo de los futbolistas adonde cada tanto lo invitan a cuidar la valla del equipo del purgatorio, quienes necesitan de su tremenda agilidad para evitar los goles de los del cielo, que arrastran un invicto...desde siempre
Acaso Roque Marrapodi --con dos tapas de El Gráfico en su palmarés, un honor sólo concedido a muy pocos deportistas-- haya sido el puntaltense más notorio que brilló en el fútbol grande de nuestro país.

2 comentarios:

  1. Hola Abel. Recorriendo la Web ahora que Ferro puede volver a primera, me encontré con este excelente artículo que hiciste hace algún tiempo y me llevó a recordar a mi padre que era hincha de Ferro. Te copio el enlace de cuento que hice hace algún tiempo relacionado con el tema y que espero si tenés algún rato para lerlo que lo disfrutes
    https://drive.google.com/file/d/0B0OKJ2Dr23-uU1FmQ0dOY0NMQ00/view?usp=sharing

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  2. El arquero volador fue como se recuerda en Caballito al gran Roque quien completa la trilogia de enormes arqueros nacidos bajo los palos de Oeste: ellos Toma y Barisio. En estos momentos apunta apunta como excelente arquero Andrés Balbo

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