Para Paul François el accidente de trabajo se convirtió en una pesdilla. El 29 de Noviembre de 2004, estando en su casa, entró en coma y sus dos hijas de nueve y trece años pidieron auxilio. estuvo internado durante varias semanas en Poitiers. En el parte médico del 25 de Enero de 2005, el terapista describió un "estado de conciencia extremadamente alterado";" el paciente no responde a órdenes simples; el electroencefalograma (...) revela una actividad aguda, lenta, subintrante, cercana a un cuadro epiléptico". ese mismo dia, el parte del neurólogo observa la persistencia de "alteraciones del habla (disartria) y amnesia".
Luego vinieron siete meses de internaciones, entre ellos, sesenta y tres dias en el hospital parisino de la Pitié-Salpetriere, con traslados de un servicio a otro y varios comas sucesivos. Curiosamente, los distintos especialistas consultados se obstinaban en ignorar, en su conjunto, el origen de los trastornos del agricultor, es decir, su envenenamiento con Lasso. Depresión, enfermedad mental, epilepsia; distintas hipótesis fueron estudiadas y, en cada caso, se realizaban estudios. Paul François se somete a tomografías, encefalogramas, exámenes psiquiátricos pero, finalmente, todas las pistas son descartadas.
Paul François está canssado de tantas dilaciones y, a instancias de su esposa, se pone en contacto con la Asociación Toxicología-Química, presidida por el profesor André Picot, uno de los expertos que participó del encuentro de Ruffec. Este le aconseja hacer analizar el producto Lasso para conocer la composición exacta del herbicida y, en particular, determinar los productos que no figuraban en la ficha técnica.. El análisis se realiza en un laboratorio especializado, que revelará que el herbicida contiene 02,2% de cloro metilester del ácido acético, un aditivo que proviene de un producto extremadamente tóxico, el cloroacetato de metilo, capaz de provocar asfixia celular por inhalación o por contacto cutáneo.
Paul François quiere comprender el origen de los trastornos neurológicos ocasionados con el fin de poder curarlos y por eso le pide al director adjunto de la cooperativa que le vendía el Lasso, que se comunique con Monsanto. Así se entera de que el accidente ya había sido informado a la filial francesa de la multinacional, ubicada en las afueras de Lyon, pero que ésta no había seguido el caso.
"Yo era muy inocente, dice hoy Paul françois. Pensaba que Monsanto iba a colaborar para ayudarme a encontrar la solución a mis problemas de salud. Pero no ocurrió nada de eso". Finalmente, gracias a la tenacidad del representante de la cooperativa, se produjo un primer intercambio telefónico entre Sylvie François, esposa de Paul, y el Dr. John Jackson un antiguo asalariado de Monsanto, convertido en asesor de la empresa en Europa. "Mi espossa se quedó muy impactada, porque luego de haberle dicho que no conocía antecedentes de intoxicación por Lasso, le propuso una compensación económica a cambio del compromiso de abandonar cualquier accion judicial contra la empresa". Estas son las prácticas que describí extensamente en mi libro Le monde selon Monsanto y que consisten en comprar el silencio de las víctimas, incluso en intimidarlas, para que el negocio pueda continuar, sea cual sea el costo sanitario o ambiental.
Del libro El veneno nuestro de cada dia Marie-Monique Robin
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