miércoles, 11 de enero de 2017

La Guerra Secreta

La recopilación de datos de inteligencia no es un proceso científico. No existen certidumbres, ni siquiera cuando se logra acceder a la correspondencia del enemigo. Las señales -certezas mayores y menores- deben aislarse de entre una algarabía de "ruido".
En Agosto de 1939, en vísperas del pacto Nazi-soviético, un oficial británico tuvo acceso a los confusos mensajes que llegaban del Foreign Office sobre las relaciones entre Berlín y Moscú
Al intentar ponderar el valor de aquellos informes secretos, nos descubrimos-escribió- usando unos términos que podían hallarse en casi toda inteligencia, como le sucediera al capitán de los cuarenta ladrones, cuando, tras haber señalado con tiza la puerta de Alí Babá, se dió cuenta que Morgana había puesto marcas similares en el resto de portillos de la calle y no tenia modo de distinguir la indicación verdadera
Resulta estéril estudiar de forma aislada los triunfos de cualquier nación, su botín de revelaciones; conviene valorarlo en el marco de miles de páginas plagadas de trivialidades, o de absurdos sin más, que pasaban por las mesas de los analistas, los estadistas, los comandantes.
 "Los diplomáticos  y los agentes de los servicios de inteligencia, a juzgar por mi experiencia, son aún mas embusteros que los periodistas", escribió  el espía de guerra británico Malcom  Muggeridge, muy familiarizado con estos tres grupos, y también, algo charlatan
LA GUERRA SECRETA  Espías, códigos y guerrillas 1939-1945
Max Hastings pg. 12
Editorial Critica


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