"...cuando son niños aman a sus padres
a medida que crecen, los juzgan
a veces, los perdonan...."
Oscar Wilde
jueves, 6 de diciembre de 2012
lunes, 26 de noviembre de 2012
TAXONOMIA HOMO ¿SAPIENS?
Los que no saben
Los que no quieren saber
Los que odian saber
Los que sufren por no saber
Los que aparentan que saben
Los que triunfan sin saber
Los que viven gracias a que los demás no saben
Pio Baroja
Los que no quieren saber
Los que odian saber
Los que sufren por no saber
Los que aparentan que saben
Los que triunfan sin saber
Los que viven gracias a que los demás no saben
Pio Baroja
domingo, 25 de noviembre de 2012
EN EL MEDIO
"...la libertad de prensa es la voluntad del dueño de la imprenta...."
Rafael Correa
PRESIDENTE DE ECUADOR
Rafael Correa
PRESIDENTE DE ECUADOR
jueves, 22 de noviembre de 2012
LA SACERDOTISA DE DELFOS PREDICE QUE EL HIJO DE SOFRONISCO Y FENARETES ES EL MAS SABIO DE LOS GRIEGOS
Apologia de Sócrates
El discurso apologético de Sócrates ha sido precedido por la lectura de la acusación (incluyendo el pedido de muerte), por uno de los acusadores llamado Anito. Este previene a los jueces del poder de convicción de Sócrates. En cambio Sócrates comienza el alegato explicando que el poder de convicción no es otra cosa que decir la verdad. Dice que entre las muchas cosas que se han mentido sobre el, es la de decir que ellos (los jueces) iban a ser engañados por el dada la “habilidad para hablar”. El no dice ser “hábil” salvo que llamen hábil a quien dice la verdad.
Además, afirma que de él escucharan expresiones improvisadas y que por ser la primera vez que comparece con un tribunal (pese a tener 70 años) viene a ser como un extranjero respecto del leguaje que se usa ahí. Por lo tanto solicita que se le permita hablar en su estilo, y que solo se atengan a si dice cosas justas o no.
Como primera medida Sócrates siente la necesidad de defenderse de las acusaciones falsas que han hecho los primeros acusadores; y después de las acusaciones posteriores hechas por acusadores posteriores.
Sócrates señala que “los primeros acusadores son los mas temibles, esos que han educado a muchos de ustedes (es decir a los atenienses) desde la infancia, acusándome falsamente y convenciéndolos de que hay un tal Sócrates, hombre sabio, preocupado por cosas del cielo como dado a investigar cuanto hay bajo tierra, y convirtiendo el argumento mas débil en el mas fuerte”.
Según el, estos les hablaron a muchos atenienses en aquella edad en la que mas probablemente le creerían, porque muchos de ellos eran niños y muchachos.
Es por eso que Sócrates habla de que sus acusadores han sido de dos clases: unos, los que acababan de acusarlo y otros son los que lo acusan desde hace tiempo.
Las antiguas acusaciones
Como primera medida Sócrates quiere aclarar esa imagen falsa de él. Sócrates es confundido con filósofos de la naturaleza (hoy llamados “presocráticos) y cuya ciencia Sócrates manifiesta desconocer. Por otro lado se lo confunde con sofistas (que hacen pagar las lecciones.)
Ahora bien: ¿que decían los que forjaron esa imagen falsa?
“Sócrates es culpable de indagar impertinentemente las cosas subterráneas y celestiales, y de hacer pasar por mas fuerte el argumente mas débil, y enseñar a otros estas mismas cosas”. Además afirman que en la comedia de Aristófanes hay un tal Sócrates que anda por los aires declarando muchas tonterías.
A todo esto Sócrates pregunta si alguna vez alguien que presenció sus charlas le oyó hablar sobre tales temas. O de si alguien le vió haciendo fortuna con sus lecciones.
El oráculo de Delfos y la sabiduría de Sócrates
Sócrates reconoce que, aunque no sea filosofo naturalista ni sofista, se ha hecho cierta fama de sabio. Es por ello que intentará explicar que es lo que le ha creado tal reputación y tal falsa imagen. Remonta esto a una consulta de su amigo Querefonte, quien acudió a Delfos para preguntar a la pitonisa de Apolo si había alguien más sabio que Sócrates, y la respuesta fue que Sócrates era el mas sabio.
Al enterarse de aquello, Sócrates fue al encuentro de los que eran considerados sabios, en el pensamiento de que allí, refutaría la sentencia del oráculo demostrándose que hay otras personas mas sabias que él, pese a lo que había dicho el oráculo.
Al dialogar con un sabio de reconocida reputación experimento lo siguiente: que muchos de los que estaban con el sabio creían que ese hombre era sabio, y sobre todo el mismo lo creía, pero en realidad no lo era. Paso seguido, Sócrates intento demostrarle al sabio que aunque el creía ser sabio, no lo era. La consecuencia fue que se atrajo el odio de él, y de muchos de los presentes.
Luego Sócrates hizo la siguiente reflexión: “yo soy más sabio que este hombre; en efecto, probablemente ninguno de los dos sabe nada valioso, pero este cree saber algo, aunque no sabe, mientras que yo no sé ni creo saber.”
Después se dirigió hasta otro de los que pasaban por ser sabios, y le paso lo mismo: también allá se atrajo el odio de aquel y de muchos otros.
Sócrates sacó la conclusión de que los de mayor reputación eran los mas deficientes, mientras que otros, considerados como inferiores eran hombres mas próximos a la posesión de la inteligencia.
Le ocurrió algo análogo con los artesanos y con los poetas. Sobre estos últimos Sócrates se da cuenta que los poetas no hacían lo que hacían por sabiduría, sino por algún don natural o por estar inspirados, ya que pese a decir cosas hermosas, ninguno de ellos sabia lo que significaban.
De esa encuesta se generaron muchos odios contra Sócrates, algunos muy acres y violentos, de los cuales surgieron muchos juicios acerca de él.
Para Sócrates el único sabio es Dios, la sabiduría humana vale poco y nada.
El origen de los odios contra Sócrates
La refutación por Sócrates de quienes pasaban por sabios irritaba a estos considerablemente, máxime teniendo en cuenta que había jóvenes seguidores de Sócrates que no solo disfrutaban lo que hacia Sócrates sino que algunos imitaban el procedimiento, dejando en ridículo a hombres mayores. Esto ha ido promoviendo la idea de que Sócrates corrompía a la juventud. Sobre esa base lo ataco Meleto, así como también Anito y Licón.
Meleto en nombre del odio de los poetas, Anito en el de los artesanos y políticos, y Licón en el de los oradores.
La presente acusación. Dialogo con Meleto
Sócrates lee el texto de la acusación escrita presentada por Meleto. En ella se lo acusa de corromper a la juventud y no aceptar los dioses de culto. A continuación desarrollaremos las partes mas importantes de su dialogo con Meleto.
- SÓCRATES: ... has descubierto a quien corrompe a los jóvenes, según dices: soy yo, y me has traido ante ellos acusándome (de ello). Di entonces al que los hace mejores, y revelales quien es.
- MELETO: las leyes.
- SÓCRATES: pero no es eso lo que pregunto, sino qué hombre.
- MELETO: los jueces.
- SÓCRATES: ¿qué dices, Meleto? ¿Ellos son capaces de educar a los jóvenes y de hacerlos mejores?
- MELETO: si, todos ellos.
- SÓCRATES: bueno es esto que dices: gran abundancia de benefactores. Pero veamos, los oyentes que están aquí, ¿los hacen mejores o no?.
- MELETO: también ellos.
- SÓCRATES: ¿y los consejeros?
- MELETO: también los consejeros.
- SÓCRATES: ¿los que están en la asamblea?
- MELETO: también aquellos.
- SÓCRATES: entonces, según parece, todos los atenienses, excepto yo, los hacen honorables; solo yo, en cambio, los corrompo. ¿Esto es lo que quieres decir?.
- MELETO: precisamente eso es lo que quiero decir.
- SÓCRATES: pero dinos además, Meleto, que es mejor: ¿qué es mejor: vivir entre ciudadanos honestos o deshonestos? Los malvados, ¿no hacen siempre algún mal a los que más cerca de ellos viven, mientras los buenos harán algo bueno?
- MELETO: claro que sí.
- SÓCRATES: pues bien, me haces comparecer pensando que corrompo a los mas jóvenes y los pervierto: ¿voluntaria o involuntariamente?
- MELETO: pienso que voluntariamente.
- SÓCRATES: y yo, en cambio, llego a tal punto de ignorancia, que desconozco que, si hago algún daño a los que conviven conmigo, me arriesgo a recibir algo malo de su parte. De modo que todo eso lo hago voluntariamente, según dices!. Mas a mi no me convencerás de eso, Meleto, y creo que a ningún otro hombre. O bien yo no corrompo, o bien si corrompo, lo hago involuntariamente. Por consiguiente, en cualquiera de los dos casos mientes. Ahora bien, si corrompo involuntariamente, la ley no dice que se me haga comparecer aquí, sino que se me enseñe y reprenda en privado.
Si el centro de la acusación de Meleto es el de corromper a la juventud, la segunda parte de ella especifica el modo en que Sócrates corrompe a los jóvenes: enseñándoles a no creer en los dioses reconocidos por la ciudad sino en otras “cosas” demoniacas. Sócrates pregunta a Meleto si se lo acusa de negar la divinidad de los astros (ateísmo).
Pero los demonios tal como los consideraban por entonces los griegos, son divinidades o bien hijos de dioses, por lo cual la acusación de “ateísmo” es contradictoria. De este modo la acusación escrita es como si dijese: “Sócrates es culpable de no creer en dioses, pero creyendo en dioses.”
El puesto asignado por la divinidad
Sócrates hace frente ahora al posible reproche de emprender tareas que lo llevan a situaciones de peligro de muerte. A este reproche del sentido común, Sócrates opone el sentido heroico que debe asumir un griego que cumpla con las mas antiguas tradiciones, que son a la vez exigencias sagradas.
Compara su situación con la de un soldado que no abandona el puesto que le ha asignado su superior, aunque le cueste la vida.
Y si lo llegan a absolver pero con la condición de que nunca mas vuelva a filosofar, el lo seguirá haciendo aunque le cueste la vida.
El alejamiento de Sócrates de la política
El hecho de que Sócrates se preocupe tanto por los atenienses sugiere el interrogante de su apartamiento de la vida política. Aquí Sócrates hace mención de una voz demoniaca que desde niño se le ha hecho oír cada vez que estaba a punto de hacer algo indebido. Esta voz o signo divino es lo que se le ha opuesto a que actuara en política.
Narra así dos anécdotas en que incursiono o se vio envuelto en política. En ambos casos, por proceder justamente, estuvo a punto de morir.
Una de ella sucedió durante el gobierno de los Treinta (tiranos) donde le ordenaron, junto con otros cuatro, para darle muerte a un tal León. Mientras los otros cuatro acataban las ordenes, Sócrates se apartó y se fue a su casa. Este hubiera muerto sino fuera porque el poder de los Treinta Tiranos no hubiera sido derribado tan pronto.
Las lecciones de Sócrates
Sócrates niega terminantemente haber sido maestro de alguien, tener discípulos, en el sentido de darles lecciones. Si bien muchos hombres lo rodeaban, era en forma espontanea y gratuita. Sócrates jamas exigía dinero por “lecciones”.
El ha dialogado - y nunca ha dicho en privado a alguien algo que no pudiese decir delante de todos - mostrando precisamente las limitaciones del saber formular y la necesidad de una actitud de apertura humilde a la verdad. Algunos lo han imitado por pura diversión.
Si hubiera “discípulos” perjudicados por sus “lecciones”, estarían presentes para apoyar la acusación, en cambio se hallan presentes amigos que están dispuestos a declarar a su favor (entre ellos Platón), lo que muestra que no ha impartido “lecciones” corruptoras, sino que ha impulsado a buscar la verdad.
La conducta de Sócrates en el Tribunal
Sócrates no ha recurrido a ninguna de las artimañas usuales en este tipo de juicios, como la de lamentarse, traer a los hijos (Sócrates tenía parientes y como diría Homero, no ha nacido de troncos ni de piedras) como futuras víctimas de la condena, y otros recursos para tocar la sensibilidad de los jueces. Sin duda, mas de uno de los presentes ha echado mano de tales recursos en casos parecidos, y puede sentirse menoscabado al ver la entereza de Sócrates.
Dado que el juez tiene que hacer justicia y esto lo obliga a ser objetivo en sus sentencias por respeto a la sociedad, Sócrates no incurrirá en las habituales artimañas a que se apela para salvarse de un castigo.
Examen de otras contrapropuestas de penas posibles
Tras el alegato de Sócrates, los jueces votan y la diferencia de votos a favor o en contra de su condena ha de haber sido de sesenta. En caso de empate, al parecer, se resolvía la absolución. Si el tribunal constaba de quinientos miembros, la votación ha sido, pues, de 280 a 220. Ahora bien, al parecer, frente a la pena propuesta por los acusadores (muerte), el acusado tiene derecho a contraponer otro castigo. Sócrates no parece tomar muy en serio esta posibilidad, y su actitud, aunque pueda estar respaldada por una sólida creencia, es puramente irónica y alejada de toda maniobra política. Si debe proponer algo que se merezca, dice, lo que se merece por toda su actuación en la vida es ser sostenido por el Estado, tal como se suele hacer con los vencedores de las olimpiadas. Esta proposición parece destinada a irritar a los jueces. Pero esta consciente de que ellos prefieren que elija el exilio, y abiertamente rechaza tal posibilidad. Queda la de pagar una multa, para cual, también irónicamente, ofrece su magra fortuna: una mina de plata. A ultimo momento, tardíamente, ofrece sumas mayores que le garantizan sus amigos, entre ellos Platón.
La muerte como bien
A los que han votado por su absolución, Sócrates los considera verdaderamente jueces. A ellos les hace una confidencia: en ningún momento se le ha puesto el signo demoniaco. Esto significa que obraba bien, y que sin duda el desenlace, la muerte, es para él un bien. A todo esto razona de dos formas: o bien tras la muerte no hay nada y en tal caso la muerte se asemeja a la paz que disfruta un hombre que ha dormido profundamente una noche (y por ende un bien); o hay otra vida y en ella se encontraría con legendarios jueces y con famosos poetas. Y allí podría realizar la actividad por la cual es condenado y sin perjuicio que en aquella vida corra el peligro de ser condenado a muerte por tal proceder. En ambos casos la muerte resulta un bien.
Alocución a los que han votado por la condena
Los jueces votan, y el resultado es la sentencia de muerte para Sócrates. Duras palabras dirige Sócrates a los que han votado por su condena. Anciano como es, no tendrían que haber esperado mucho para que le llegase la muerte por vía que no comprometiera la reputación de Atenas, ya que la fama trasciende los muros de la ciudad, y su injusta condena dará una pobre imagen de la Atenas democrática. Han querido que hiciera lo que un soldado que, para evitar la muerte, huyera o suplicara al enemigo que no lo mate. Han procedido con bajeza. Además, Sócrates pronostica a estos condenadores que su muerte multiplicara la cantidad de preguntones molestos, de jóvenes filósofos que los acosen con el mismo procedimiento que el ha usado.
sábado, 3 de noviembre de 2012
EL COMBATE DE Paul François
Para Paul François el accidente de trabajo se convirtió en una pesdilla. El 29 de Noviembre de 2004, estando en su casa, entró en coma y sus dos hijas de nueve y trece años pidieron auxilio. estuvo internado durante varias semanas en Poitiers. En el parte médico del 25 de Enero de 2005, el terapista describió un "estado de conciencia extremadamente alterado";" el paciente no responde a órdenes simples; el electroencefalograma (...) revela una actividad aguda, lenta, subintrante, cercana a un cuadro epiléptico". ese mismo dia, el parte del neurólogo observa la persistencia de "alteraciones del habla (disartria) y amnesia".
Luego vinieron siete meses de internaciones, entre ellos, sesenta y tres dias en el hospital parisino de la Pitié-Salpetriere, con traslados de un servicio a otro y varios comas sucesivos. Curiosamente, los distintos especialistas consultados se obstinaban en ignorar, en su conjunto, el origen de los trastornos del agricultor, es decir, su envenenamiento con Lasso. Depresión, enfermedad mental, epilepsia; distintas hipótesis fueron estudiadas y, en cada caso, se realizaban estudios. Paul François se somete a tomografías, encefalogramas, exámenes psiquiátricos pero, finalmente, todas las pistas son descartadas.
Paul François está canssado de tantas dilaciones y, a instancias de su esposa, se pone en contacto con la Asociación Toxicología-Química, presidida por el profesor André Picot, uno de los expertos que participó del encuentro de Ruffec. Este le aconseja hacer analizar el producto Lasso para conocer la composición exacta del herbicida y, en particular, determinar los productos que no figuraban en la ficha técnica.. El análisis se realiza en un laboratorio especializado, que revelará que el herbicida contiene 02,2% de cloro metilester del ácido acético, un aditivo que proviene de un producto extremadamente tóxico, el cloroacetato de metilo, capaz de provocar asfixia celular por inhalación o por contacto cutáneo.
Paul François quiere comprender el origen de los trastornos neurológicos ocasionados con el fin de poder curarlos y por eso le pide al director adjunto de la cooperativa que le vendía el Lasso, que se comunique con Monsanto. Así se entera de que el accidente ya había sido informado a la filial francesa de la multinacional, ubicada en las afueras de Lyon, pero que ésta no había seguido el caso.
"Yo era muy inocente, dice hoy Paul françois. Pensaba que Monsanto iba a colaborar para ayudarme a encontrar la solución a mis problemas de salud. Pero no ocurrió nada de eso". Finalmente, gracias a la tenacidad del representante de la cooperativa, se produjo un primer intercambio telefónico entre Sylvie François, esposa de Paul, y el Dr. John Jackson un antiguo asalariado de Monsanto, convertido en asesor de la empresa en Europa. "Mi espossa se quedó muy impactada, porque luego de haberle dicho que no conocía antecedentes de intoxicación por Lasso, le propuso una compensación económica a cambio del compromiso de abandonar cualquier accion judicial contra la empresa". Estas son las prácticas que describí extensamente en mi libro Le monde selon Monsanto y que consisten en comprar el silencio de las víctimas, incluso en intimidarlas, para que el negocio pueda continuar, sea cual sea el costo sanitario o ambiental.
Del libro El veneno nuestro de cada dia Marie-Monique Robin
pag. 24
Luego vinieron siete meses de internaciones, entre ellos, sesenta y tres dias en el hospital parisino de la Pitié-Salpetriere, con traslados de un servicio a otro y varios comas sucesivos. Curiosamente, los distintos especialistas consultados se obstinaban en ignorar, en su conjunto, el origen de los trastornos del agricultor, es decir, su envenenamiento con Lasso. Depresión, enfermedad mental, epilepsia; distintas hipótesis fueron estudiadas y, en cada caso, se realizaban estudios. Paul François se somete a tomografías, encefalogramas, exámenes psiquiátricos pero, finalmente, todas las pistas son descartadas.
Paul François está canssado de tantas dilaciones y, a instancias de su esposa, se pone en contacto con la Asociación Toxicología-Química, presidida por el profesor André Picot, uno de los expertos que participó del encuentro de Ruffec. Este le aconseja hacer analizar el producto Lasso para conocer la composición exacta del herbicida y, en particular, determinar los productos que no figuraban en la ficha técnica.. El análisis se realiza en un laboratorio especializado, que revelará que el herbicida contiene 02,2% de cloro metilester del ácido acético, un aditivo que proviene de un producto extremadamente tóxico, el cloroacetato de metilo, capaz de provocar asfixia celular por inhalación o por contacto cutáneo.
Paul François quiere comprender el origen de los trastornos neurológicos ocasionados con el fin de poder curarlos y por eso le pide al director adjunto de la cooperativa que le vendía el Lasso, que se comunique con Monsanto. Así se entera de que el accidente ya había sido informado a la filial francesa de la multinacional, ubicada en las afueras de Lyon, pero que ésta no había seguido el caso.
"Yo era muy inocente, dice hoy Paul françois. Pensaba que Monsanto iba a colaborar para ayudarme a encontrar la solución a mis problemas de salud. Pero no ocurrió nada de eso". Finalmente, gracias a la tenacidad del representante de la cooperativa, se produjo un primer intercambio telefónico entre Sylvie François, esposa de Paul, y el Dr. John Jackson un antiguo asalariado de Monsanto, convertido en asesor de la empresa en Europa. "Mi espossa se quedó muy impactada, porque luego de haberle dicho que no conocía antecedentes de intoxicación por Lasso, le propuso una compensación económica a cambio del compromiso de abandonar cualquier accion judicial contra la empresa". Estas son las prácticas que describí extensamente en mi libro Le monde selon Monsanto y que consisten en comprar el silencio de las víctimas, incluso en intimidarlas, para que el negocio pueda continuar, sea cual sea el costo sanitario o ambiental.
Del libro El veneno nuestro de cada dia Marie-Monique Robin
pag. 24
sábado, 27 de octubre de 2012
INSEGURIDAD
LA GRAN COLECTA POR LA SEGURIDAD PUBLICA
Entre 1932 y 1935, una sucesión de colectas por la seguridad reúne fondos para armar a la policía. Con ellos se adquieren pistolas y patrulleros, se hacen casillas de vigilancia perimetral y se montan redes radiales. A esta iniciativa se agrega, en 1933, un concertado petitorio vecinal de "más policía". Proveniente de grandes comercios, sociedades de fomento y clubes muy diversos, solicita a muchas voces de más presencia de vigilantes en el entramado urbano.
La colecta puede remontarse a una difusa demanda, que se incrementa a lo largo de la década de los veinte. Hemos analizado cómo los titulares de los diarios se ven conmovidos cada tanto por los grandes golpes organizados. El pequeño asalto cotidiano llena muchas más páginas intermedias. "Batíose un record: 10 asaltos", titula Critica, "En todos los barrios de la Metrópolis se produjeron atracos". Observemos esta rutina en un diario menos sensacionalista, El Mundo, moderno, de gran tirada, "de todo el día para toda la familia", leído por muchos miles en esos heterogéneos sectores medios. Allí, las noticias de ataques a mano armada son varias por semana, a veces varias por día. Títulos de la trama asordinada del pistolerismo amateur. "Después de asaltarlo lo llevaron en su mismo automóvil atado de pies y manos", "Como ocurre a diario, otro chauffeur fue asaltado ayer", " Al ser arrestado un patotero, compañeros de éste recibieron a balazos a los dos policías", "Tres asaltantes de transeúntes detuvo la 43", "Asaltantes de ocasión saquearon y amordazaron a un comerciante", "después de atemorizarlo con revólveres, lo despojaron de su reloj de níquel y dinero", "Doce pesos y el vehíiculo dejó en manos del audaz asaltante", "A pié y sin dinero lo dejó el asaltante solitario", etc, Ubicadas en las páginas interiores, sin demasiado énfasis de titulares ni gran escándalo, las violencias del barrio y del suburbio son la nueva "mostacilla" (jerga de los periodistas para el pequeño incidente que rodea a los grandes casos en las secciones policiales). Sus protagonistas, el patotero armado, el escruchante o el asaltante ocasiobnal, construyen por acumulación una demanda que va subiendo de tono.
De vez en cuando, esa preocupación difusa se articula en editoriales sobra la deficiencia policial, el desquicio de las costumbres, la imperativa regulación del mercado de las armas o las blanduras de la ley penal. Por fin, estas mil peripecias convergen en una sucesión de colectas. No es la primera vez que la policía recurre al apoyo financiero de la sociedad: siempre se ha donado dinero y propiedades a una institucióen crónico deficit de material y personal.
Del libro MIENTRAS LA CIUDAD DUERME de Lila Caimari
Pistoleros, policías y periodistas pag.103
Libro obsequiado por el amigo Carlos Bloch que he disfrutado grandemente
Entre 1932 y 1935, una sucesión de colectas por la seguridad reúne fondos para armar a la policía. Con ellos se adquieren pistolas y patrulleros, se hacen casillas de vigilancia perimetral y se montan redes radiales. A esta iniciativa se agrega, en 1933, un concertado petitorio vecinal de "más policía". Proveniente de grandes comercios, sociedades de fomento y clubes muy diversos, solicita a muchas voces de más presencia de vigilantes en el entramado urbano.
La colecta puede remontarse a una difusa demanda, que se incrementa a lo largo de la década de los veinte. Hemos analizado cómo los titulares de los diarios se ven conmovidos cada tanto por los grandes golpes organizados. El pequeño asalto cotidiano llena muchas más páginas intermedias. "Batíose un record: 10 asaltos", titula Critica, "En todos los barrios de la Metrópolis se produjeron atracos". Observemos esta rutina en un diario menos sensacionalista, El Mundo, moderno, de gran tirada, "de todo el día para toda la familia", leído por muchos miles en esos heterogéneos sectores medios. Allí, las noticias de ataques a mano armada son varias por semana, a veces varias por día. Títulos de la trama asordinada del pistolerismo amateur. "Después de asaltarlo lo llevaron en su mismo automóvil atado de pies y manos", "Como ocurre a diario, otro chauffeur fue asaltado ayer", " Al ser arrestado un patotero, compañeros de éste recibieron a balazos a los dos policías", "Tres asaltantes de transeúntes detuvo la 43", "Asaltantes de ocasión saquearon y amordazaron a un comerciante", "después de atemorizarlo con revólveres, lo despojaron de su reloj de níquel y dinero", "Doce pesos y el vehíiculo dejó en manos del audaz asaltante", "A pié y sin dinero lo dejó el asaltante solitario", etc, Ubicadas en las páginas interiores, sin demasiado énfasis de titulares ni gran escándalo, las violencias del barrio y del suburbio son la nueva "mostacilla" (jerga de los periodistas para el pequeño incidente que rodea a los grandes casos en las secciones policiales). Sus protagonistas, el patotero armado, el escruchante o el asaltante ocasiobnal, construyen por acumulación una demanda que va subiendo de tono.
De vez en cuando, esa preocupación difusa se articula en editoriales sobra la deficiencia policial, el desquicio de las costumbres, la imperativa regulación del mercado de las armas o las blanduras de la ley penal. Por fin, estas mil peripecias convergen en una sucesión de colectas. No es la primera vez que la policía recurre al apoyo financiero de la sociedad: siempre se ha donado dinero y propiedades a una institucióen crónico deficit de material y personal.
Del libro MIENTRAS LA CIUDAD DUERME de Lila Caimari
Pistoleros, policías y periodistas pag.103
Libro obsequiado por el amigo Carlos Bloch que he disfrutado grandemente
domingo, 21 de octubre de 2012
ATAJA ROQUE MARRAPODI
HACE TIEMPO Y NO TAN LEJOS : ROQUE MARRAPODI
Un arquero inolvidable
Los futboleros que pintan canas, si todavía tienen algo de cabello; quienes sobrellevan larga experiencia de vida sobre su espalda, especialmente vivida en la tribuna, y los entusiastas de la historia del fútbol --que abundan en todas partes-- suelen forjar arquetipos para la memoria popular.
El emblemático número 10 que decora la espalda del enganche es, indiscutiblemente, la epítome del jugador exquisito; la quintaesencia que lo ejemplifica es el recuerdo de Diego Maradona o Edson Arantes Do Nascimento, el Beto Alonso y ni que hablar Bochini , Ermindo o el Tata Martino y hasta nuestro Salvador Cicchini, de una larguísima lista.
Un nueve (el único caso en que un número es un sustantivo, casi propio) que se precie de tal puede ser rústico pero efectivo para que la pelota llegue a la red desde cualquier posición. Martín Palermo, el "Lobo" Fischer, el "Pichero" Sanfilippo, Leopoldo Jacinto Luque, "El Matador" Mario Kempes, Batistutta, Crespo y tantos otros son ejemplos cabales. Los marcadores de punta o centrales, en su versión áspera, como Pernía, o refinada, como Marzolini y Roberto Perfumo. Y así sucesivamente con cada puesto en la cancha.
Con los guardavallas, ocurre algo distinto y la memoria popular es remisa en la confección de listas. Vale recordar que, en nuestra infancia, cuando en algún potrero se armaban los equipos para el picado según la estricta determinación de las pisadas del "pan y queso", al arquero se lo dejaba para el final. Cuando no, el dueño de la pelota, generalmente el más "perro", iba debajo de los tres palos.
Pero, que los hubo grandes, sí que los hubo. Como el troesma Amadeo Raul Carrizo,Hugo Orlando Gatti, el "Pato" Fillol, que nos hizo ganar el Mundial del 78, especialmente cuando le atajó un penal al polaco Kazimierz Deyna, uno de los mejores carrileros de la historia. O la "Araña Negra" Lev Yashim, el ruso que gustaba de la ropa negra y hacía maravillas. O el inolvidable "Tano" Antonio Roma, el de aquella polémica al ataja un penal a Delem; además de dibujarle una estrella más a los xeneizes, inmortalizó --para bien o para mal, según se mire-- a Guillermo Nimo. O el inefable colombiano René Higuita, inventor de la atajada alacrán. O nuestro Roque Marrapodi...
Muy pocos saben que antes de consagrarse como portero, Marrapodi había mostrado sus aptitudes en el básquetbol y en el boxeo, deporte en el cual llegó a participar en 20 peleas y hasta fue semifondista en Punta Alta, adonde había nacido el 18 de junio de 1919, y también en Bahía Blanca. Lo hizo tambien en el baloncesto que, tras su paso por la primera de Sporting, integró la selección de la Liga del Sur en el campeonato argentino de 1948.
Pero los guantes tiraron más. No esos mitones acolchados y encordados usados para golpear al oponente, sino los otros, los rugosos, necesarios para atenazar una pelota Nº 5 con gajos de cuero.
Para tal fin, se enlistó en el club de la casaca francesa, Rosario Puerto Belgrano. De allí al seleccionado de la Liga del Sur, equipo que integró con apenas 17 años de edad, hubo un solo paso. Antes de eso, acaso cuando su interés se entremezclaba con otros deportes, defendió desde el arco la camiseta de Asfalto Frío, en realidad, el club de sus amores.
Un poco antes de 1949, Roque Marrapodi recalaba en el fútbol grande.
En Ferrocarril Oeste, esa notable institución deportiva del barrio porteño de Caballito que todos recordamos por el verde de su camiseta y sus pantalones blancos; ciertos nombres asociados a su rica historia como el "Goma" Vidal y el discutido Garré, entre otros; y por un hincha estrella, Rolo Puente.
Debutó con una victoria ante Chacarita Juniors, y durante seis temporadas devino en héroe del oeste porteño, tanto, que en 1954 integró la selección nacional.
Sus manazas y su elasticidad, especialmente demostrada en las tremendas voladas a ras del piso que lo caracterizaban, apuntalaron a un equipo que finalmente se consagró campeón sudamericano en Chile, el cual realizó posteriormente una exitosa gira por distintos países europeos.
Tras un fugaz paso por Vélez Sarfield, en donde también se destacó, volvió a la casa verdolaga. De allí vistió la celeste de Temperley y realizó sus últimas atajadas en Arsenal de Sarandí.
Durante un corto tiempo volvió a este pago bajo la Cruz del Sur. No alcanzó a pisar suelo rosaleño que ya lo contrataban para orientar a Rosario Puerto Belgrano, su viejo y querido club. Aceptó el desafío, que se amplió cuando aceptó la dirección del bando contrario, el de color sangre y luto de Sporting.
Su retiro voluntario incluyó una puntillosa desvinculación del fútbol en Haedo, ciudad en la que se radicó finalmente para disfrutar de los últimos años de su vida.
Allí dejó de existir un frío martes de junio, el 14, y partió hacia el Cielo de los futbolistas adonde cada tanto lo invitan a cuidar la valla del equipo del purgatorio, quienes necesitan de su tremenda agilidad para evitar los goles de los del cielo, que arrastran un invicto...desde siempre
Acaso Roque Marrapodi --con dos tapas de El Gráfico en su palmarés, un honor sólo concedido a muy pocos deportistas-- haya sido el puntaltense más notorio que brilló en el fútbol grande de nuestro país.
El emblemático número 10 que decora la espalda del enganche es, indiscutiblemente, la epítome del jugador exquisito; la quintaesencia que lo ejemplifica es el recuerdo de Diego Maradona o Edson Arantes Do Nascimento, el Beto Alonso y ni que hablar Bochini , Ermindo o el Tata Martino y hasta nuestro Salvador Cicchini, de una larguísima lista.
Un nueve (el único caso en que un número es un sustantivo, casi propio) que se precie de tal puede ser rústico pero efectivo para que la pelota llegue a la red desde cualquier posición. Martín Palermo, el "Lobo" Fischer, el "Pichero" Sanfilippo, Leopoldo Jacinto Luque, "El Matador" Mario Kempes, Batistutta, Crespo y tantos otros son ejemplos cabales. Los marcadores de punta o centrales, en su versión áspera, como Pernía, o refinada, como Marzolini y Roberto Perfumo. Y así sucesivamente con cada puesto en la cancha.
Con los guardavallas, ocurre algo distinto y la memoria popular es remisa en la confección de listas. Vale recordar que, en nuestra infancia, cuando en algún potrero se armaban los equipos para el picado según la estricta determinación de las pisadas del "pan y queso", al arquero se lo dejaba para el final. Cuando no, el dueño de la pelota, generalmente el más "perro", iba debajo de los tres palos.
Pero, que los hubo grandes, sí que los hubo. Como el troesma Amadeo Raul Carrizo,Hugo Orlando Gatti, el "Pato" Fillol, que nos hizo ganar el Mundial del 78, especialmente cuando le atajó un penal al polaco Kazimierz Deyna, uno de los mejores carrileros de la historia. O la "Araña Negra" Lev Yashim, el ruso que gustaba de la ropa negra y hacía maravillas. O el inolvidable "Tano" Antonio Roma, el de aquella polémica al ataja un penal a Delem; además de dibujarle una estrella más a los xeneizes, inmortalizó --para bien o para mal, según se mire-- a Guillermo Nimo. O el inefable colombiano René Higuita, inventor de la atajada alacrán. O nuestro Roque Marrapodi...
Muy pocos saben que antes de consagrarse como portero, Marrapodi había mostrado sus aptitudes en el básquetbol y en el boxeo, deporte en el cual llegó a participar en 20 peleas y hasta fue semifondista en Punta Alta, adonde había nacido el 18 de junio de 1919, y también en Bahía Blanca. Lo hizo tambien en el baloncesto que, tras su paso por la primera de Sporting, integró la selección de la Liga del Sur en el campeonato argentino de 1948.
Pero los guantes tiraron más. No esos mitones acolchados y encordados usados para golpear al oponente, sino los otros, los rugosos, necesarios para atenazar una pelota Nº 5 con gajos de cuero.
Para tal fin, se enlistó en el club de la casaca francesa, Rosario Puerto Belgrano. De allí al seleccionado de la Liga del Sur, equipo que integró con apenas 17 años de edad, hubo un solo paso. Antes de eso, acaso cuando su interés se entremezclaba con otros deportes, defendió desde el arco la camiseta de Asfalto Frío, en realidad, el club de sus amores.
Un poco antes de 1949, Roque Marrapodi recalaba en el fútbol grande.
En Ferrocarril Oeste, esa notable institución deportiva del barrio porteño de Caballito que todos recordamos por el verde de su camiseta y sus pantalones blancos; ciertos nombres asociados a su rica historia como el "Goma" Vidal y el discutido Garré, entre otros; y por un hincha estrella, Rolo Puente.
Debutó con una victoria ante Chacarita Juniors, y durante seis temporadas devino en héroe del oeste porteño, tanto, que en 1954 integró la selección nacional.
Sus manazas y su elasticidad, especialmente demostrada en las tremendas voladas a ras del piso que lo caracterizaban, apuntalaron a un equipo que finalmente se consagró campeón sudamericano en Chile, el cual realizó posteriormente una exitosa gira por distintos países europeos.
Tras un fugaz paso por Vélez Sarfield, en donde también se destacó, volvió a la casa verdolaga. De allí vistió la celeste de Temperley y realizó sus últimas atajadas en Arsenal de Sarandí.
Durante un corto tiempo volvió a este pago bajo la Cruz del Sur. No alcanzó a pisar suelo rosaleño que ya lo contrataban para orientar a Rosario Puerto Belgrano, su viejo y querido club. Aceptó el desafío, que se amplió cuando aceptó la dirección del bando contrario, el de color sangre y luto de Sporting.
Su retiro voluntario incluyó una puntillosa desvinculación del fútbol en Haedo, ciudad en la que se radicó finalmente para disfrutar de los últimos años de su vida.
Allí dejó de existir un frío martes de junio, el 14, y partió hacia el Cielo de los futbolistas adonde cada tanto lo invitan a cuidar la valla del equipo del purgatorio, quienes necesitan de su tremenda agilidad para evitar los goles de los del cielo, que arrastran un invicto...desde siempre
Acaso Roque Marrapodi --con dos tapas de El Gráfico en su palmarés, un honor sólo concedido a muy pocos deportistas-- haya sido el puntaltense más notorio que brilló en el fútbol grande de nuestro país.
domingo, 23 de septiembre de 2012
LA TRAGEDIA DEL MEDICO INDEPENDIENTE
*" ¿Resistirse?. El consultorio particular es, al lado de esas concentraciones de la medicina, como el tallercito del artesano zapatero al lado de la gran fábrica de calzados. Los que se resisten [...] movidos por la esperanza de la vuelta a la edad de oro de la profesión, son víctimas, o lo serán fatalmente. Vivirán como los artesanos que se resisten a la concentración industrial: miserablemente, intranquilos, agitados, obsesionados por la caza del cliente, recurriendo a miles de expedientes de carácter comercial, trabajando mal, prestando servicios insuficientes al enfermo"
(BOSIO Bartolomé, La tragedia del médico independiente" BOLETIN F.G.M. Santa Fé, II 11:2-3, diciembre de 1935, Pag. 3)
Tomado del libro CORPORACION MEDICA Y PODER EN LA SALUD Argentina 1920-1945
S. Belmartino Carlos Bloch Ana V. Persello María I. Carnino
(BOSIO Bartolomé, La tragedia del médico independiente" BOLETIN F.G.M. Santa Fé, II 11:2-3, diciembre de 1935, Pag. 3)
Tomado del libro CORPORACION MEDICA Y PODER EN LA SALUD Argentina 1920-1945
S. Belmartino Carlos Bloch Ana V. Persello María I. Carnino
lunes, 20 de agosto de 2012
PETICION
13 de Abril de 1901
Profesor Herr Willhem Ostwald
Universidad de Leipzig
Leipzig. Alemania
Estimado Herr Profesor:
Le ruego disculpe a un padre que es tan atrevido como para dirigirse a usted, estimado Herr Profesor, en interés de su hijo.
Empezaré diciendole que mi hijo Albert tiene 22 años, que estudió en el Politécnico de Zurich durante 4 años, y que el pasado verano superó con brillantes notas los exámenes para obtener su título en matemáticas y física. desde entonces ha estado tratando sin éxito de obtener un puesto como ayudante, lo que le permitirá continuar con su formación en física teórica y experimental. Todos aquellos en situación de emitir un juicio, elogian su talento; en cualquier caso, puedo asegurarle que es extraordinariamente estudioso y diligente y se dedica con gran amor a su ciencia.
Por todo ello, mi hijo se siente profundamente disgustado debido a su actual falta de empleo; tiene la idea de que ha equivocado el camino en su carrera y cada vez se encierra más en sí mismo. Además, está agobiado por la idea de que representa una carga para nosotros, gente de medios modestos.
Puesto que es a usted, altamente reconocido Herr Profesor, a quien mi hijo parece admirar y estimar por encima de cualquier otro estudioso actualmente en activo en la física, es a usted a quien me he tomado la libertad de dirigirme con la humilde petición de que lea su artículo publicado en los Annalen fur Physick y le escriba, si es posible, algunas palabras de ánimo para que pueda recuperar su alegría de vivir y trabajar.
Si, además, usted pudiera asegurarle un puesto como ayudante para ahora mismo o para el próximo otoño, mi gratitud no tendría límites.
Le ruego una vez más que perdone mi atrevimiento al escribirle, y también me tomo la libertad de mencionar que mi hijo no sabe nada de este paso poco usual que he dado.
Quedo, altamente estimado Herr Profesor, suyo afectísimo
HERMANN EINSTEIN
Profesor Herr Willhem Ostwald
Universidad de Leipzig
Leipzig. Alemania
Estimado Herr Profesor:
Le ruego disculpe a un padre que es tan atrevido como para dirigirse a usted, estimado Herr Profesor, en interés de su hijo.
Empezaré diciendole que mi hijo Albert tiene 22 años, que estudió en el Politécnico de Zurich durante 4 años, y que el pasado verano superó con brillantes notas los exámenes para obtener su título en matemáticas y física. desde entonces ha estado tratando sin éxito de obtener un puesto como ayudante, lo que le permitirá continuar con su formación en física teórica y experimental. Todos aquellos en situación de emitir un juicio, elogian su talento; en cualquier caso, puedo asegurarle que es extraordinariamente estudioso y diligente y se dedica con gran amor a su ciencia.
Por todo ello, mi hijo se siente profundamente disgustado debido a su actual falta de empleo; tiene la idea de que ha equivocado el camino en su carrera y cada vez se encierra más en sí mismo. Además, está agobiado por la idea de que representa una carga para nosotros, gente de medios modestos.
Puesto que es a usted, altamente reconocido Herr Profesor, a quien mi hijo parece admirar y estimar por encima de cualquier otro estudioso actualmente en activo en la física, es a usted a quien me he tomado la libertad de dirigirme con la humilde petición de que lea su artículo publicado en los Annalen fur Physick y le escriba, si es posible, algunas palabras de ánimo para que pueda recuperar su alegría de vivir y trabajar.
Si, además, usted pudiera asegurarle un puesto como ayudante para ahora mismo o para el próximo otoño, mi gratitud no tendría límites.
Le ruego una vez más que perdone mi atrevimiento al escribirle, y también me tomo la libertad de mencionar que mi hijo no sabe nada de este paso poco usual que he dado.
Quedo, altamente estimado Herr Profesor, suyo afectísimo
HERMANN EINSTEIN
miércoles, 20 de junio de 2012
LA MEDICINA ES PARA VENDER Y NO PARA COMPRAR POR LOS DIOSES
Cómo se mueren los médicos
Sin procedimientos cruentos ni cuidados inútiles. Al parecer, cuando les llega la hora final, algunos profesionales de la salud eligen una muerte tranquila sin intervenciones dolorosas e innecesarias, dice un médico estadouniden
Ésta es la opinión del médico estadounidense Ken Murray quien
en febrero de este año publicó un artículo afirmando que, dejando a un lado los
avances más recientes de la medicina, un gran número de profesionales de la
salud opta por una muerte tranquila, sin intervenciones cruentas e
innecesarias.
Aunque este punto de vista está lejos de ser unánime, el
artículo se volvió viral en internet y su autor recibió cientos de correos de
otros médicos como él, que se mostraban de acuerdo.
'Yo creo que los médicos tienen suficiente conocimiento de la
medicina moderna como para saber sus límites. Casi todos han sido testigos de lo
que llamamos 'cuidados inútiles' aplicados a los pacientes', le explicó Murray a
BBC Mundo.
Él se refiere en particular a las situaciones en las que para
resucitar al paciente se le presiona el pecho a riesgo de romperle las
costillas, se lo perfora para conectarle un tubo a las vías respiratorias y se
lo pincha con agujas intravenosas por diversas partes del cuerpo. Procedimientos
que logran con suerte prolongar la vida de los pacientes por apenas unas horas
o, en la mayoría de los casos, dice Murray, fracasan en su intento.
Culpa de la televisión
Pero si al momento de graduarse, los médicos se comprometen
solemnemente a velar por la salud de sus pacientes, ¿cómo es posible que les
administren una serie de cuidados que algunos consideran totalmente inaceptables
para sí mismos? ¿No resulta una paradoja que los médicos terminen haciéndole a
sus pacientes algo que uno -en palabras de Murray- no le haría ni a su peor
enemigo?
'El problema es que los médicos no eligen qué se le hace a un
paciente, sino que son los mismos pacientes los que eligen', le dijo el médico a
BBC Mundo intentando explicar esta contradicción aparente.
Y los pacientes, así como los familiares, oscilan entre la fe
excesiva en la medicina y la ignorancia de sus alcances. Al final, todos
descargan en el médico la responsabilidad 'de hacer todo lo que esté a su
alcance para salvarle la vida al enfermo'.
En parte, acepta, 'se ha llegado a esta situación por culpa de
los médicos'.
'Cuando se trata de la comunicación, los profesionales de la
salud son terribles. Utilizan un lenguaje plagado de tecnicismos que resulta
incompresible y los pacientes acaban con falsas expectativas de lo que va a
ocurrir', señala el médico.
Además, dice, con la influencia de la televisión y la
sobreabundancia de series médicas que presentan situaciones totalmente irreales,
a los médicos se les hace muy difícil hacerles entender a sus pacientes cuáles
son las garantías de éxito de ciertos procedimientos médicos.
BBC Mundo
"Ken Murray"
'Es casi imposible que la gente entienda que la resucitación
cardiopulmonar (CPR, por sus siglas en inglés), por ejemplo, no es un método
fabuloso', dice Murray.
Según un estudio llevado a cabo en 2010 por investigadores de
la Universidad de Tokio que analizó los resultados de la aplicación de estas
maniobras -destinadas a asegurar la oxigenación de los órganos vitales cuando se
detiene súbitamente la circulación de la sangre- de 95.000 casos, sólo el 8% dio
resultados positivos.
'Mientras que en la televisión, el 75% de los casos de CPR da
buenos resultados y es muy difícil luchar contra la televisión', añade.
Indicaciones por escrito
Aunque la teoría de Murray está basada principalmente en sus
observaciones llevadas a cabo durante más de 30 años de práctica profesional, un
estudio publicado en 2003 por Joseph Gallo y otros investigadores de la
Universidad John Hopkins, en Estados Unidos, indica que cuando hay que tomar
decisiones respecto a la salud en los momentos finales de la vida, el 64% de los
profesionales de la salud consultados, había dejado indicaciones por escrito de
lo que querían y no querían que se hiciera con ellos, en caso de quedar
incapacitados de tomar decisiones.
En cambio, sólo el 20% del público en general lo había
hecho.
Según le explicó a BBC Mundo Dan Morhaim, médico, político y
autor del libro 'The Better End' (Un final mejor), si bien hay médicos que
deciden luchar contra su enfermedad hasta 'las últimas consecuencias', hay
muchos otros que dejan instrucciones por escrito, 'porque han visto lo que
ocurre si no lo hacen: el enfermo es sometido a un proceso doloroso y
tortuoso'.
'Yo a veces me he sentido culpable por hacerle cosas a un
paciente que preferiría no hacer, pero en la situación actual, es imposible no
hacerlo', explica Morhaim en referencia a la obligación de los médicos de
respetar los deseos de sus pacientes.
Por esta razón, está haciendo campaña para cambiar este
sistema y alentar a la población a completar un formulario en el que dejen
constancia de sus deseos para el momento final, algo que puede sonar razonable
dentro de la cultura anglosajona pero quizá un tanto extraño para la
idiosincrasia latina.
La muerte nos iguala a todos
En el otro lado del espectro, se encuentran médicos como Juan
O'Connor, un oncólogo argentino del Instituto Alexander Fleming y la Fundación
Favaloro, acostumbrado a tratar con pacientes terminales dentro y fuera del
marco de los profesionales de la salud.
En su experiencia, la cercanía de la muerte es el punto que
nos iguala a todos.
'Quizás es muy común escuchar en una conversación de médicos,
que uno diga: 'Si yo llego a estar como ese pobre hombre no quiero que me hagan
nada, déjenme morir'. Pero esta es la opinión de muchos médicos desde un
aparente estado de salud', le dijo O'Connor a BBC Mundo.
'Pero cuando les toca a ellos, incluso sabiendo que el
pronóstico de vida es malo, no se diferencian al resto de los pacientes'.
Es más, en su opinión, algunos médicos tienen incluso una
negación más fuerte, y cuando el médico les revela su enfermedad, señala
O'Connor, muchos evitan hacer preguntas sobre cuánto van a vivir y prefieren no
ahondar en detalles.
Más allá de las diferencias de opinión, ciertamente, cuando
BBC Mundo les preguntó a estos especialistas cómo morirían ellos, los tres
coincidieron: quieren para sí una muerte en paz y digna.
BBC Mundo.com - Todos los derechos reservados. Se prohíbe todo
tipo de reproducción sin la debida autorización por escrito de parte de la
BBC.
BBC Mundo
"Cirujanos"
domingo, 13 de mayo de 2012
INFORMANTES PREVALENTES POR SIGLOS
Los barberos terminan sabiendo todo cuanto ocurre en la ciudad en la que trabajan. Se pasan el día conversando con personas de toda clase y condición. A juzgar por lo que consigna en su diario, Ahmed al-Budayri al-Hallaq -"El barbero"- era un gran conversador y desde luego contaba con buena información para conocer a fondo la política y la sociedad de Damasco de mediados del siglo XVIII. Las cuestiones que aborda en su diario son temas familiares para todo aquel que conozca las charlas propias de las barberías de cualquier parte del mundo: asuntos vinculados con la política local, con el elevado coste de vida, con el tiempo y con quejas de orden general sobre todas las cosas que han dejado de ser como en los buenos viejos tiempos.
Si dejamos a un lado lo que nos ha transmitido a través de los escritos de su diario, es muy poco lo que sabemos de la vida de al-Budayri, el barbero de Damasco. Era un hombre demasiado modesto como para figurar en las enciclopedias biográficas de la época, algo asi como el "quien es quien" de los tiempos otomanos. Eso mismo hace que su diario resulte todavía mas notable. No resultaba habitual que las personas dedicadas a una actividad comercial supieran leer y escribir, y menos aún que tuvieran la ocurrencia de dejarnos constancia escrita de lo que pensaban, Ahmed al-Budayri apenas nos cuenta nada sobre su persona, y prefiere manifiestamente referir hechos ajenos. No conocemos su fecha de nacimiento ni el año en que falleció, pero está claro en su diario, que, abarca un período comprendido entre los años 1741 y 1762, es obra de un hombre de edad madura. Al-Budayri era un devoto musulmán, perteneciente a una orden mística sufi. Estaba casado y tenía varios hijos, pero tampoco cuenta gran cosa acerca de su vida familiar. Se muestra orgulloso de su profesión, habla con admiración del maestro que le había iniciado en esa actividad comercial y traza una semblanza de los más destacados hombres a los que recuerda haber afeitado la cabeza.
Este barbero de Damasco era un leal súbdito otomano. En el año 1754 anota en su diario la conmoción que causó entre las gentes la noticia de la muerte del sultán Mahmud I (que había reinado entre 1730 y 1754). Registra asimismo las celebraciones públicas con las que dio en señalarse el ascenso al trono del sultán sucesor, Osmán III (cuyo gobierno se extendería de 1754 a 1757), ocasion en la que Damasco "quedó mas bellamente engalanada de lo que nadie alcanzaba a recordar". al-Budayri concluirá el episodio con esta imploración; "Quiera Alá preservar la integridad del Estado otomano hasta el fin de los tiempos. Amén"
El barbero tenía buenas razones para rezar por la preservación del Estado otomano.
Loa Arabes Eugene Rogan Ed. Critica
Si dejamos a un lado lo que nos ha transmitido a través de los escritos de su diario, es muy poco lo que sabemos de la vida de al-Budayri, el barbero de Damasco. Era un hombre demasiado modesto como para figurar en las enciclopedias biográficas de la época, algo asi como el "quien es quien" de los tiempos otomanos. Eso mismo hace que su diario resulte todavía mas notable. No resultaba habitual que las personas dedicadas a una actividad comercial supieran leer y escribir, y menos aún que tuvieran la ocurrencia de dejarnos constancia escrita de lo que pensaban, Ahmed al-Budayri apenas nos cuenta nada sobre su persona, y prefiere manifiestamente referir hechos ajenos. No conocemos su fecha de nacimiento ni el año en que falleció, pero está claro en su diario, que, abarca un período comprendido entre los años 1741 y 1762, es obra de un hombre de edad madura. Al-Budayri era un devoto musulmán, perteneciente a una orden mística sufi. Estaba casado y tenía varios hijos, pero tampoco cuenta gran cosa acerca de su vida familiar. Se muestra orgulloso de su profesión, habla con admiración del maestro que le había iniciado en esa actividad comercial y traza una semblanza de los más destacados hombres a los que recuerda haber afeitado la cabeza.
Este barbero de Damasco era un leal súbdito otomano. En el año 1754 anota en su diario la conmoción que causó entre las gentes la noticia de la muerte del sultán Mahmud I (que había reinado entre 1730 y 1754). Registra asimismo las celebraciones públicas con las que dio en señalarse el ascenso al trono del sultán sucesor, Osmán III (cuyo gobierno se extendería de 1754 a 1757), ocasion en la que Damasco "quedó mas bellamente engalanada de lo que nadie alcanzaba a recordar". al-Budayri concluirá el episodio con esta imploración; "Quiera Alá preservar la integridad del Estado otomano hasta el fin de los tiempos. Amén"
El barbero tenía buenas razones para rezar por la preservación del Estado otomano.
Loa Arabes Eugene Rogan Ed. Critica
miércoles, 25 de abril de 2012
HERR von OSTEN Comunicación no verbal
En 1900, Herr von Osten compraba un caballo en Berlín, Alemania. Cuando von Osten comenzó a entrenar a su caballo, Hans, para que contara mediante golpes de la pata delantera, no tenía idea de que pronto Hans, se convertiría en el caballo mas famoso de la historia. Hans aprendió con gran rapidez y en poco tiempo pasó del mero contar a la suma, la multiplicación, la división, la resta , y eventualmente a la solución de problemas que incluían factores y fracciones. Como si esto no fuera suficiente, von Osten exhibió a Hans en sesiones públicas en las que el caballo contaba la cantidad de personas presentes o simplemente la cantidad de personas que usaban gafas. Siempre respondiendo mediante golpes de pata, Hans pudo decir qué hora era, usar el calendario, recordar el tono de una música y cumplir muchas otras proezas igualmente fantásticas. Despues de que von Osten enseñara a Hans un alfabeto que podía codificarse en golpes de casco, el caballo pudo contestar prácticamente cualquier pregunta, oral o escrita. Todo sucedía como si Hans, un caballo común, tuviera una comprensión total de la lengua alemana, capacidad para producir el equivalente en palabras y números, y una inteligencia superior a la de muchos seres humanos.
Se corrió la voz rápidamente y al poco tiempo Hans era conocido en todo el mundo. Pronto recibió el apodo de Hans el listo. Debido evidentemnte a las repercusiones profundas en varios campos de la ciencia y también a que algunos desconfiados pensaron que existía alguna trampa, se constituyó un comité investigador para decidir, de una vez para siempre, si en las actuaciones de Hans había o no fraude. Para integrar esta comisión se convocó a un profesor de psicología y fisiología, un director de circo, veterinarios y oficiales de caballería. Un experimento realizado con Hans, y del cual se excluyó a von Osten, no presentó ningún cambio en la aparente inteligencia de Hans. Para la comisión, fue prueba suficiente de la ausencia de cualquier fraude, y así lo anunció.
La convocatoria de una segunda comisión fue el inicio del fin de Hans el listo. Se pidió a von Osten que susurrara un número en el oído izquierdo del caballo mientras otro experimentador hacia lo propio en el derecho. Se ordenó a Hans que sumara ambos números, respuesta que no conocía ninguno de los observadores, ni von Osten ni el experimentador. Hans fracasó y siguió fracasando a pruebas posteriores. En nuevos tests, el experimentador, Pfungst, descubrió que Hans solo contestaba si alguien a su alcance visual conocía la respuesta. Cuando se le formulaba la pregunta a Hans, los observadores adoptaban una postura de expectación y aumentaban la tensión del cuerpo.Cuando Hans llegaba al número correcto de golpes, los observadores probablemente se relajaban y hacían un ligero movimiento con la cabeza que era para Hans la señal para dejar de golpear.
"La comunicación no verbal- El cuerpo y el entorno" Paidós, Barcelona 1982 pags. 13-46
Se corrió la voz rápidamente y al poco tiempo Hans era conocido en todo el mundo. Pronto recibió el apodo de Hans el listo. Debido evidentemnte a las repercusiones profundas en varios campos de la ciencia y también a que algunos desconfiados pensaron que existía alguna trampa, se constituyó un comité investigador para decidir, de una vez para siempre, si en las actuaciones de Hans había o no fraude. Para integrar esta comisión se convocó a un profesor de psicología y fisiología, un director de circo, veterinarios y oficiales de caballería. Un experimento realizado con Hans, y del cual se excluyó a von Osten, no presentó ningún cambio en la aparente inteligencia de Hans. Para la comisión, fue prueba suficiente de la ausencia de cualquier fraude, y así lo anunció.
La convocatoria de una segunda comisión fue el inicio del fin de Hans el listo. Se pidió a von Osten que susurrara un número en el oído izquierdo del caballo mientras otro experimentador hacia lo propio en el derecho. Se ordenó a Hans que sumara ambos números, respuesta que no conocía ninguno de los observadores, ni von Osten ni el experimentador. Hans fracasó y siguió fracasando a pruebas posteriores. En nuevos tests, el experimentador, Pfungst, descubrió que Hans solo contestaba si alguien a su alcance visual conocía la respuesta. Cuando se le formulaba la pregunta a Hans, los observadores adoptaban una postura de expectación y aumentaban la tensión del cuerpo.Cuando Hans llegaba al número correcto de golpes, los observadores probablemente se relajaban y hacían un ligero movimiento con la cabeza que era para Hans la señal para dejar de golpear.
"La comunicación no verbal- El cuerpo y el entorno" Paidós, Barcelona 1982 pags. 13-46
domingo, 15 de abril de 2012
GANADORES Y PERDEDORES
La tecnología y las ideologías están haciendo temblar los cimientos del capitalismo del siglo XXI. La tecnología hace que la preparación y el conocimiento sean las únicas fuentes de un beneficio estratégico sostenido.
LESTER THUROW
LESTER THUROW
sábado, 17 de marzo de 2012
MICHAEL CORLEONE
" Nunca odies a tu enemigo, el odio enceguece, conspira contra la eficacia. No odies, si quieres vencer." Michael Corleone (Al Pacino) parafraseando a Nicolo Maquiavelo en The Godfather III, a su ahijado y potencial sucesor personificado por Andy Garcia.
Tomado de El ruido de las nueces blog del programa de Francisco Jose Bessone Radio del Plata Rosario
Tomado de El ruido de las nueces blog del programa de Francisco Jose Bessone Radio del Plata Rosario
viernes, 16 de marzo de 2012
MUDA
Sobre el tamaño testicular adecuado
Por Juan Forn
La historia fue así. El joven Kis flipó cuando leyó la Historia universal de la infamia, de Borges. Le fascinó el mecanismo y le exasperó el título, y le quiso contestar como el propio Borges decía que se contesta (“Todo libro que no genera su contralibro no tiene razón de existir”). Kis quiso hacer ese contralibro, y que la infamia que retratara no fuese la de meros individuos, sino a máxima escala, como retrato del siglo: ya había escrito en su primer libro sobre los lager (a partir de la historia de su padre, que fue enviado a Auschwitz y volvió vivo, pero loco, y murió de pena poco después), quedaba el gulag. O el epicentro del gulag: la historia del Komintern, esos extranjeros que amaron tanto la revolución que dejaron todo por ella, y la revolución se los devoró. Contando la historia de siete anónimos “buenos bolcheviques” de distintas nacionalidades (irlandeses, españoles, alemanes, ucranianos, polacos) que terminaban fusilados o en Siberia, Kis contaba la historia más triste de este siglo: las aciagas consecuencias de esa enorme esperanza llamada revolución.
Cómo no iba a armar escándalo un libro así, en la Yugoslavia de 1977. Kis había usado los documentos de época tal como Borges usaba las enciclopedias: copió, deformó, sacó relatos de meros datos y descripciones y les dio asombrosa vida. Tanta vida que la cúpula de la Unión de Escritores de su país le exigió que revelara las fuentes, como si se tratara de un libro de denuncia histórica, y cuando él explicó su procedimiento (“Existe un escritor llamado Borges. Existe un escritor llamado Kafka”), lo acusaron de plagio (“Copia escritores decadentes de Occidente, pretende infectar nuestra literatura de sustancias perniciosas”), de cobardía esencial (por judío, por cosmopolita, por pesimista), es decir, de carecer de la proverbial testicularidad que debía tener todo escritor serbio.
Kis contestó la catarata de invectivas (fue una verdadera caza de brujas desde todas las revistas y secciones literarias de los diarios de Belgrado y Sarajevo) con un librito llamado La lección de anatomía, que según confesaba en la primera página le resultaba el más antinatural de sus libros porque lo que se esperaba de él era que pusiese su Boris Davidovich en la mesa de disección y procediera a destriparlo, explicando qué era cada víscera, tal como hacía el doctor Tulp en el famoso cuadro de Rembrandt de ese título. “Si engañar al lector es hacerle creer lo que está leyendo, es imperdonable que se me pida que lo desengañe”, decía Kis. Y procedía a desarmar con infinita tristeza a los ojos del lector aquel artefacto que tanto se había esmerado en armar, mostrando qué función cumplía cada pieza, creyéndose un mago que decepcionaba a su audiencia revelando cómo funcionaban sus trucos, cuando en realidad estaba ofreciendo una lección magistral de literatura.
En su momento supremo decía: “Aprendí de Borges, además del cruce de información real y seca de enciclopedias con la táctica de contarlo como un cuento, el elemento lírico enmascarado: aspirar a hacer poesía muy silenciosamente con esa táctica. El lirismo suele ser fatal para la prosa, y digamos que yo escribo a máquina para evitar el temblor de la mano, metafóricamente hablando. Pero yo quería ser poeta, me preparé toda la vida para eso, así que cuando descubrí que lo que tenía para decir era en prosa, intenté que mi prosa tuviera al menos algo que tiene la poesía: ser siempre sobre la persona que la está leyendo o escuchando”. Y lo más formidable venía a continuación, cuando explicaba qué era aquello que lograba tal vínculo con el lector: “Sería el último en negar que mi visión del mundo es pesimista y creo que eso aparece en mi libro: debajo del tono literario, el lector siente el miedo. Ese miedo que han sentido aquéllos como yo a lo largo de sus vidas”.
En el último de los episodios de su Boris Davidovich, Kis contaba la historia del camarada Darmolatov, un poeta cuyo pánico a caer en alguna de las purgas políticas le produce una elefantiasis genital que desemboca en su muerte, y cuyos testículos en formol, “del tamaño de las calabazas más grandes de los koljós”, fotografiados para las enciclopedias médicas, enseñan a los escritores “que para escribir no basta con tener cojones grandes”. Esa era la última frase de su Boris Davidovich. En La lección de anatomía hacía lo mismo. Esperaba hasta el final y ahí decía: “La historia del infortunado Darmalatov es una fábula y, como tal, lleva dentro la moraleja de todo el libro. Sólo puedo añadir a eso que los escritores que me gustan son los que prefieren ser hombres a centauros de dos patas con gigantismo genital”.
Habrá quienes recuerden el festejo de Novak Djokovic cuando ganó, con el último suspiro, una final tremenda contra Nadal en el Abierto de Australia de principios de este año: ambos jugadores estaban agotados después de seis maratónicas horas de partido, Djokovic parecía aun más exhausto que Nadal, pero cuando ganó el último punto se puso a gritar como un poseso y se arrancó en jirones la remera como si se abriera el pecho, para ofrendar esos jirones de remera y corazón a la pequeña hueste de fanáticos serbios que festejaba desde las tribunas en forma tan energúmena como él (después, dejó más de media hora esperando a su novia y a las cámaras de TV a la salida del vestuario, mientras se oían desde adentro inequívocos sonidos de destrucción de las instalaciones y alaridos de triunfo proferidos por el flamante campeón y su pandilla).
La palabra serbia para cojones (muda) es la misma que para decir sabio. Por eso, cuando en serbio dicen que un escritor es muda están diciendo que su talento lo convierte en una criatura especial, un centauro de dos patas con torso humano y cojones de padrillo, si me perdonan el símil, que no es mío sino de Danilo Kis, un formidable escritor serbio que los serbios, cuando eran yugoslavos, no querían nada, porque era hijo de judío húngaro y madre montenegrina y porque se había salvado de ser enviado a Auschwitz y había sobrevivido a la masacre de Novi Sad y en el camino había aprendido a leer en alemán y en ruso y en francés y tenía el tupé de creerse ciudadano del gran mundo en lugar de la Yugoslavia comunista. Y de algo aún peor: de creer que mejor que escribir con los cojones era escribir con el miedo. Con los huevos en la morsa, para seguir con el símil.La historia fue así. El joven Kis flipó cuando leyó la Historia universal de la infamia, de Borges. Le fascinó el mecanismo y le exasperó el título, y le quiso contestar como el propio Borges decía que se contesta (“Todo libro que no genera su contralibro no tiene razón de existir”). Kis quiso hacer ese contralibro, y que la infamia que retratara no fuese la de meros individuos, sino a máxima escala, como retrato del siglo: ya había escrito en su primer libro sobre los lager (a partir de la historia de su padre, que fue enviado a Auschwitz y volvió vivo, pero loco, y murió de pena poco después), quedaba el gulag. O el epicentro del gulag: la historia del Komintern, esos extranjeros que amaron tanto la revolución que dejaron todo por ella, y la revolución se los devoró. Contando la historia de siete anónimos “buenos bolcheviques” de distintas nacionalidades (irlandeses, españoles, alemanes, ucranianos, polacos) que terminaban fusilados o en Siberia, Kis contaba la historia más triste de este siglo: las aciagas consecuencias de esa enorme esperanza llamada revolución.
Cómo no iba a armar escándalo un libro así, en la Yugoslavia de 1977. Kis había usado los documentos de época tal como Borges usaba las enciclopedias: copió, deformó, sacó relatos de meros datos y descripciones y les dio asombrosa vida. Tanta vida que la cúpula de la Unión de Escritores de su país le exigió que revelara las fuentes, como si se tratara de un libro de denuncia histórica, y cuando él explicó su procedimiento (“Existe un escritor llamado Borges. Existe un escritor llamado Kafka”), lo acusaron de plagio (“Copia escritores decadentes de Occidente, pretende infectar nuestra literatura de sustancias perniciosas”), de cobardía esencial (por judío, por cosmopolita, por pesimista), es decir, de carecer de la proverbial testicularidad que debía tener todo escritor serbio.
Kis contestó la catarata de invectivas (fue una verdadera caza de brujas desde todas las revistas y secciones literarias de los diarios de Belgrado y Sarajevo) con un librito llamado La lección de anatomía, que según confesaba en la primera página le resultaba el más antinatural de sus libros porque lo que se esperaba de él era que pusiese su Boris Davidovich en la mesa de disección y procediera a destriparlo, explicando qué era cada víscera, tal como hacía el doctor Tulp en el famoso cuadro de Rembrandt de ese título. “Si engañar al lector es hacerle creer lo que está leyendo, es imperdonable que se me pida que lo desengañe”, decía Kis. Y procedía a desarmar con infinita tristeza a los ojos del lector aquel artefacto que tanto se había esmerado en armar, mostrando qué función cumplía cada pieza, creyéndose un mago que decepcionaba a su audiencia revelando cómo funcionaban sus trucos, cuando en realidad estaba ofreciendo una lección magistral de literatura.
En su momento supremo decía: “Aprendí de Borges, además del cruce de información real y seca de enciclopedias con la táctica de contarlo como un cuento, el elemento lírico enmascarado: aspirar a hacer poesía muy silenciosamente con esa táctica. El lirismo suele ser fatal para la prosa, y digamos que yo escribo a máquina para evitar el temblor de la mano, metafóricamente hablando. Pero yo quería ser poeta, me preparé toda la vida para eso, así que cuando descubrí que lo que tenía para decir era en prosa, intenté que mi prosa tuviera al menos algo que tiene la poesía: ser siempre sobre la persona que la está leyendo o escuchando”. Y lo más formidable venía a continuación, cuando explicaba qué era aquello que lograba tal vínculo con el lector: “Sería el último en negar que mi visión del mundo es pesimista y creo que eso aparece en mi libro: debajo del tono literario, el lector siente el miedo. Ese miedo que han sentido aquéllos como yo a lo largo de sus vidas”.
En el último de los episodios de su Boris Davidovich, Kis contaba la historia del camarada Darmolatov, un poeta cuyo pánico a caer en alguna de las purgas políticas le produce una elefantiasis genital que desemboca en su muerte, y cuyos testículos en formol, “del tamaño de las calabazas más grandes de los koljós”, fotografiados para las enciclopedias médicas, enseñan a los escritores “que para escribir no basta con tener cojones grandes”. Esa era la última frase de su Boris Davidovich. En La lección de anatomía hacía lo mismo. Esperaba hasta el final y ahí decía: “La historia del infortunado Darmalatov es una fábula y, como tal, lleva dentro la moraleja de todo el libro. Sólo puedo añadir a eso que los escritores que me gustan son los que prefieren ser hombres a centauros de dos patas con gigantismo genital”.
lunes, 12 de marzo de 2012
BLA BLA BLA
- ¿Dónde le duele? --dice el médico.
- Acá --dice el paciente, y se lleva una mano al corazón.- Ahá --dice el médico, y presiona con dos dedos--. ¿Y acá?
- Ahí también --se queja el paciente.
- Ahá --dice el médico--. ¿Y acá? ¿También le duele?
- Sí --dice el paciente--: duele.
Mi padre es trasladado en ambulancia al sanatorio de calle San Juan, donde aseguran que no hay bla bla bla, una sucia cama bla bla bla, y que se debe al nuevo bla bla bla que acaba de entrar en vigencia.
- Quiero una atención digna para mi padre --explico en Admisión.
- Es el sistema --me dicen.
- ¿Y entonces? --digo yo.
- Bla bla bla --me dicen.
Mi padre, mientras tanto, se ha sentado en una de las camillas de la guardia. Y allí respira o intenta respirar hasta que, seis horas más tarde, lo llevan a una habitación.
Allí queda mi viejo, boqueando, hasta que siete horas más tarde, una médica clínica se acerca a la habitación y lo mira de lejos.
- Esto no puede ser --le digo.
- Esto sí puede ser --dice la doctora--, lo que sucede es bla bla bla.
- Entonces --digo yo--, ahora mismo saco de acá a mi padre y lo llevo a otro sanatorio.
- Eso no va a poder ser, señor --dice la doctora--, porque bla bla bla.
- Perdonemé --le digo--: ¿Esto es un sanatorio o una ferretería?
- Bla bla bla --me responde.
- ¿Y a qué hora llega el neumonólogo? --le pregunto a la doctora.
- Eso aún no lo sabemos, señor --me dice--. En este momento está de vacaciones.
- Ahá --le digo--. ¿Y mientras tanto?
- Bla bla bla --dice la doctora--. Por ahora mucho bla bla bla.
En fin.
Nos ofrecen una habitación privada. Setecientos pesos la noche.
En cuanto deposito el importe llevan a mi padre a una habitación con flores en la mesita de luz y frigobar, pero sin asistencia médica.
La doctora regresa seis horas más tarde para ver a mi padre.
- ¿Cuál es el próximo paso? --le pregunto.
- Hay que esperar el bla bla bla --dice la doctora, y bosteza.
- Y digamé --digo yo--: ¿Cómo hacen los que están fuera del sistema, los que no pueden trabajar y no tienen siquiera obra social?
- ¿Cómo hacen qué? --dice la doctora.
- Cómo hacen para mantenerse con vida. Cómo hacen para no morir abandonados a las enfermedades --le digo--. El hombre del carro, por ejemplo, el hombre del carro está trabajando y no tiene descanso. Alimenta a su caballo por la mañana y sale a trabajar sin descanso. El hombre del carro no tiene educación formal y tampoco tiene jefe, pero qué ironía, tampoco tiene trabajo estable ni obra social. ¿Y quién lo cuida, entonces? ¿Quién lo asiste?
- Bla bla bla --me dice.
- Eso lo entiendo --le digo.
- Yo --me dice--, bla bla bla.
- Eso también lo entiendo --alcanzo a decirle antes de verla de espaldas.
Dejo a mi padre en su habitación y regreso a casa a darme un baño, y mientras el agua cae en pequeñas gotas sobre mi cabeza, yo pienso, ignoro por qué, en aquella doctora más joven que yo, y en mis pensamientos la imagino con el entusiasmo y la soberbia propios de los estudiantes, pero sobre todo en la soberbia de los estudiantes, y pienso: nos morimos por tener un jefe. Estudiamos para tener un jefe. Nos preparamos a lo largo de nuestras vidas para tener un jefe. Soportamos humillaciones para reverenciar a un jefe sin rostro. Nos autoflagelamos por un jefe sin rostro. Y todo para estar cómodos, tranquilos. Quizás porque se trate de la única tranquilidad que el sistema nos ofrece. No hay otra tranquilidad. No hay otro bienestar que éste, el establecido. La garantía y seguridad de ser un esclavo fiel, un esclavo útil y obediente. Aunque ser un esclavo también tiene su precio. Hasta para ser esclavo tienes que pagar, me decía. Hasta para ser esclavo tienes que prepararte a lo largo de tu vida, estudiar, especializarte en alguno de los eslabones de esta extensa cadena que nos ofrece el sistema.
Suena el timbre y me ato una toalla a la cintura. Es mi suegra que me devuelve a los chicos.
- Gracias --le digo. Y se va.
Los chicos encienden el televisor y minutos más tarde se corta la luz en todo el barrio. Los niños se asustan, lloran abrazados a mis piernas, me vuelven loco, y dónde está el encendedor y dónde está la linterna y dónde están las velas, si es que hay velas en la casa.
La temperatura va en aumento y marco el número de la E.P.E.
- No se preocupe --me dicen--. No se preocupe, que muy pronto bla bla bla. Recién dentro de seis años bla bla bla, señor.
jueves, 8 de marzo de 2012
EL BARÇA
Elogio de la sensibilidad
Por Fernando Signorini *
Cierto es que los once celestiales violines encargados de ejecutar a la perfección cada partitura poseen un virtuosismo muy difícil de igualar, pero la cerrada ovación con que el conmovido auditorio premia el final de cada función, como la de anoche, tiene un destinatario tan incuestionable como merecido. ¿Quién puede negar que el gran responsable de semejante puesta en escena es Pep? Suya es la idea, suyo el modo de transformarla en irrenunciable convicción, suya la elección de los intérpretes y la deliciosa armonía de sus acordes, como también el proverbial señorío ante esos dos grandes impostores, la victoria y la derrota...
Me consta que su obstinado modo de perseguir el conocimiento lo llevó a vaciar las bibliotecas de aquellos a quienes eligió como sus guías, más allá del lugar del mundo en que estuvieran. Consciente de que “quien sólo sabe de fútbol, ni de fútbol sabe”, se interesó por cultivar su espíritu abrevando en las generosas fuentes de los más conspicuos referentes de las distintas expresiones del arte. Descuento que ya por entonces, su imaginación comenzaba a vislumbrar un estilo capaz de parir tardes llenas de estruendosos ¡olé! y blancos pañuelos al viento, como espontánea reacción por la desbordante alegría generada.
Siempre supo que si sólo perseguía la victoria, nunca llegaría hasta el sol; ese objetivo únicamente sería posible si su obra solamente era derrotada en el resultado, nunca en el juego. El objetivo más preciado sería el de emocionar a través de una propuesta profundamente ligada tanto a la estética de los movimientos como a los innegociables principios éticos que su raza de jugador le exigía.
En algún punto, el fantástico estilo del mejor equipo de la historia tiene el valor de elevar nuestro espíritu hasta el paroxismo, tal como las más bellas coplas del Nano Serrat, los eternos poemas de Federico García Lorca, Pablo Neruda o Antonio Machado, o el mágico rasguido de las cuerdas de Paco de Lucía. Como cualquiera de ellos, posee conocimientos e imaginación como para dejar grabado su nombre en el bronce de la historia; como a cualquiera de ellos, las radiantes alas de su exquisita sensibilidad lo proyectarán más allá de ella, hasta posarlo directamente en el reino de la leyenda.
Por el íntimo regocijo con que maravillan mis sentidos, Pep y su endiablada pandilla pueden estar seguros de que –como aquéllos– “irán conmigo, mientras proyecte sombras mi cuerpo y quede a mi sandalia arena”.
P.D.: Adhiero con entusiasmo a las enfáticas y coincidentes declaraciones vertidas últimamente por muchos técnicos y jugadores compatriotas cuando, hartos por la lluvia de críticas recibidas debido a la insoportable vulgaridad de sus equipos, se despacharon con un desopilante “¡Quien quiera ver espectáculo, que vaya al teatro!”. Vale aclarar que el empleo de eufemismos es una costumbre muy arraigada entre noso-tros. Aunque algún malintencionado haya preferido entenderlo como un rencoroso “¡Terminen con el verso, lo único que importa es ganar de cualquier manera!”, no caben dudas de que la correcta interpretación de sus expresiones no es otra que un ine-quívoco: “¡Quien quiera ver espectáculo, que vaya a ver al Barça!”. Es que, ¿cómo haríamos para disfrutar de tanta belleza, si no existiera tanta fealdad?
* Ex preparador físico de Diego Maradona en Barcelona y de la Selección Argentina.
Según Albert Einstein, “muchas veces la imaginación es más importante que el conocimiento”. Sin querer ser irrespetuoso, se me ocurre sugerir que ambas, sin la indispensable compañía de la sensibilidad, pueden dar lugar a hechos horrorosos, como las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki nos lo recuerdan permanentemente... Cuando esta trilogía no es completa, la ecuación final muy difícilmente terminará por perpetuarse como un placentero recuerdo en la memoria –y el corazón– de los individuos.
Por ello me atrevo a imaginar que “la imaginación y el conocimiento son como un ave que, privada de las alas de la sensibilidad, se ve impedida de remontar el vuelo hacia cimas de grandeza”. Las cautivantes sinfonías con que en los últimos años nos ha deleitado el formidable juego del Barcelona son una acabada muestra de lo que pretendo exponer.Cierto es que los once celestiales violines encargados de ejecutar a la perfección cada partitura poseen un virtuosismo muy difícil de igualar, pero la cerrada ovación con que el conmovido auditorio premia el final de cada función, como la de anoche, tiene un destinatario tan incuestionable como merecido. ¿Quién puede negar que el gran responsable de semejante puesta en escena es Pep? Suya es la idea, suyo el modo de transformarla en irrenunciable convicción, suya la elección de los intérpretes y la deliciosa armonía de sus acordes, como también el proverbial señorío ante esos dos grandes impostores, la victoria y la derrota...
Me consta que su obstinado modo de perseguir el conocimiento lo llevó a vaciar las bibliotecas de aquellos a quienes eligió como sus guías, más allá del lugar del mundo en que estuvieran. Consciente de que “quien sólo sabe de fútbol, ni de fútbol sabe”, se interesó por cultivar su espíritu abrevando en las generosas fuentes de los más conspicuos referentes de las distintas expresiones del arte. Descuento que ya por entonces, su imaginación comenzaba a vislumbrar un estilo capaz de parir tardes llenas de estruendosos ¡olé! y blancos pañuelos al viento, como espontánea reacción por la desbordante alegría generada.
Siempre supo que si sólo perseguía la victoria, nunca llegaría hasta el sol; ese objetivo únicamente sería posible si su obra solamente era derrotada en el resultado, nunca en el juego. El objetivo más preciado sería el de emocionar a través de una propuesta profundamente ligada tanto a la estética de los movimientos como a los innegociables principios éticos que su raza de jugador le exigía.
En algún punto, el fantástico estilo del mejor equipo de la historia tiene el valor de elevar nuestro espíritu hasta el paroxismo, tal como las más bellas coplas del Nano Serrat, los eternos poemas de Federico García Lorca, Pablo Neruda o Antonio Machado, o el mágico rasguido de las cuerdas de Paco de Lucía. Como cualquiera de ellos, posee conocimientos e imaginación como para dejar grabado su nombre en el bronce de la historia; como a cualquiera de ellos, las radiantes alas de su exquisita sensibilidad lo proyectarán más allá de ella, hasta posarlo directamente en el reino de la leyenda.
Por el íntimo regocijo con que maravillan mis sentidos, Pep y su endiablada pandilla pueden estar seguros de que –como aquéllos– “irán conmigo, mientras proyecte sombras mi cuerpo y quede a mi sandalia arena”.
P.D.: Adhiero con entusiasmo a las enfáticas y coincidentes declaraciones vertidas últimamente por muchos técnicos y jugadores compatriotas cuando, hartos por la lluvia de críticas recibidas debido a la insoportable vulgaridad de sus equipos, se despacharon con un desopilante “¡Quien quiera ver espectáculo, que vaya al teatro!”. Vale aclarar que el empleo de eufemismos es una costumbre muy arraigada entre noso-tros. Aunque algún malintencionado haya preferido entenderlo como un rencoroso “¡Terminen con el verso, lo único que importa es ganar de cualquier manera!”, no caben dudas de que la correcta interpretación de sus expresiones no es otra que un ine-quívoco: “¡Quien quiera ver espectáculo, que vaya a ver al Barça!”. Es que, ¿cómo haríamos para disfrutar de tanta belleza, si no existiera tanta fealdad?
* Ex preparador físico de Diego Maradona en Barcelona y de la Selección Argentina.
viernes, 24 de febrero de 2012
OPTIMISMO
Nunca un pesimista descubrió los secretos de las estrellas, ni navegó hacia un país que no estuviera en el mapa, ni abrió un nuevo cielo al espíritu humano
Helen Keller
Helen Keller
viernes, 17 de febrero de 2012
NOMADAS
"Fuimos nómadas desde los comienzos. Conocíamos la posición de cada árbol en cien millas a la redonda. Cuando sus frutos o nueces habían madurado, estábamos allí. Seguíamos a los rebaños en sus migraciones anuales. Disfrutábamos con la carne fresca, con sigilo, haciendo amagos, organizando emboscadas y asaltos a fuerza viva, cooperando unos cuantos conseguíamos lo que muchos de nosotros, cazando por separado, nunca habríamos logrado. Dependíamos los unos de los otros. Actuar de forma individual resultaba tan grotesco de imaginar como establecernos en lugar fijo. Trabajando juntos protegíamos a nuestros hijos de los leones y las hienas. Les enseñábanos todo lo que iban a necesitar. También el uso de los utilitarios. Entonces, igual que ahora, la tecnología constituía un factor clave para nuestra supervivencia..."
Un punto azul pálido Carl Sagan pag. 1
Un punto azul pálido Carl Sagan pag. 1
domingo, 12 de febrero de 2012
LEONARDO
"Nessuno effetto é in natura senza raggione, intendi la raggione e non ti bisogna sperienzia"
Leonardo da Vinci 1452-1519
Leonardo da Vinci 1452-1519
miércoles, 8 de febrero de 2012
SPINETTA IM
"Tu sombra hiende la distancia. Es como un pétalo de sal"
"Todas las hojas son el viento y el viento vuela semillas que son futuro"
Luis Alberto Spinetta
"Todas las hojas son el viento y el viento vuela semillas que son futuro"
Luis Alberto Spinetta
lunes, 30 de enero de 2012
MARIA CELINA ABBA
Algunas veces aparece un repentino fin total en un suceso: la muerte...."No podemos devolverle la vida..." Con su muerte desaparecieron algunos de sus deseos, esperanzas y entusiasmos; también deseos, esperanzas y entusiasmos de muchos aquellos a los que nos dejó atrás. Hay un cuadro de Albright, en el Instituto de Arte de Chicago. Muestra una guirnalda dolorosa negra, colgando de la puerta; el título es: "Aquello que debería haber hecho y no lo hice"
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