miércoles, 27 de julio de 2011

SE ACABO EL ESPACIO

Finalmente, en algunos días más, la conducción sanitaria del país cambiará de manos, y más alla de los logros alcanzados en los últimos cinco  años (importante disminución de la tasa de mortalidad infantil, fortalecimiento de la capacidad de rectoría del Ministerio de Salud Nacional, etc.), resulta preciso observar el  futuro, y posiblemente el enfoque que la Directora de la Organización Mundial de la Salud aplica al análisis de las Américas resulte útil para visualizarlo. Habla ella de la necesidad de proteger los logros alcanzados, enfrentar los nuevos desafíos y saldar la deuda acumulada en  términos de problemas no resueltos.


    Aplicada esta visión a nuestro sistema de salud, la protección de los logros alcanzados apuntaría a sostener nuestros elevados niveles de cobertura de inmunizaciones; continuar avanzando en la disminución de los indicadores de mortalidad infantil y materna; profundizar la política nacional de medicamentos, en sus dos expresiones más fuertes: la prescripción por nombre genérico, avanzando hacia una real política de genéricos, y el programa Remediar; continuar la abogacía y concertación con las universidades en la implementación del programa de Médicos Comunitarios; sostener y fortalecer el papel del COFESA como rector de política sanitaria en nuestra estructura federal, y muchos ítems más, cuya enumeración posiblemente excedería el espacio de esta columna.


    Los aspectos referidos a saldar la deuda acumulada y enfrentar nuevos desafíos no permiten establecer una división tan clara y precisa como el ítem anterior, porque muchos de los desafíos no son nuevos (aunque hay también de Éstos: el progresivo envejecimiento de la población y sus retos en política sanitaria, por ejemplo), sino añejos, y una gran parte de la deuda acumulada requiere decisiones políticas previas independientes de la conducción del sector. A saber: un viejo desafío y una deuda decisional no sectorial lo constituye la necesidad de disminuir la fragmentación y segmentación del sistema, y ello requiere que tanto el Pami, como el sistema nacional de la seguridad social estén alineados (y no sólo formalmente) con las decisiones de la autoridad sanitaria nacional: el Ministerio de Salud. Esto implica, entre otras cosas, la efectiva aplicación en los tres subsectores de la política nacional de medicamentos y la adopción de la atención primaria de la salud como modelo prestador esencial.


Requieren igualmente decisiones políticas que superan el nivel sectorial: rediscutir el diseño de las leyes 23.660 y 61; el modelo de aseguramiento del Pami; la patética pobreza intelectual del modelo de atención de la salud de los monotributistas, etc.


Tal vez, en este caso, también el espacio resulte estrecho para escribir lo necesario.


Es probable , que entre otras cosas que no son responsabilidad del ministro del área, deban discutirse la lógica de mantener “cautivas” a miles de familias argentinas que realizan aportes a dos, tres, y a veces más obras sociales, y no reciben ( pues resulta imposible hacerlo con ese grado de fragmentación del financiamiento) servicios completos y de calidad de ninguna de ellas, careciendo de la posibilidad de elegir dónde atenderse y fusionar sus aportes (¿será que el federalismo y la relación Nación-Provincias modifican las condiciones de morbilidad de estos argentinos respecto de los que aportan al sistema nacional?). La misma lógica es aplicable a los jubilados y pensionados, que, durante toda su vida activa (cuando requieren menos de los servicios de salud), permanecen en un sistema que les da amplia posibilidad de elección, y súbitamente al cumplir 60 o 65 años, y ante un horizonte de riesgos en salud, deben cambiar obligatoriamente de sistema, a uno que además no les permite elegir.


Otro aspecto a discutir tiene que ver con la lógica de distribución “liberal” de los fondos coparticipables: ¿no habrá llegado el momento de llegar a acuerdos adultos y profundos respecto de niveles de inversión básicos en salud, proporcionalmente equivalentes en la totalidad de los estados provinciales? Creo que los resultados probables a obtener en términos de mejoría de la red hospitalaria y de servicios de salud, amerita poner el mismo esfuerzo colocado para la obtención de resultados tan pobres, en términos de calidad institucional, como la creación de la figura de Jefe de Gabinete o tercer senador. Pero en esto también el espacio de escritura es tirano.


Por último, y en relación con lo anterior, posiblemente, (y tampoco es resorte del ministro del área) deberíamos decidir si creemos que la salud pública es resultado de los esfuerzos mancomunados de un subsector público poderoso (en términos de gestión), y un sector privado y de la seguridad social transparente y técnicamente regulados, o sólo patrimonio del sector público. En este último caso, resulta poco feliz (por expresarlo de alguna manera), el monumental esfuerzo y dedicación desplegados a controlar el alza de las cuotas de medicina prepaga, sistema de cobertura pagado exclusivamente de bolsillo por el 2,5% de los argentinos de mayor poder adquisitivo, mayoritariamente habitantes de la C.A.B.A. (sí, con b larga), cuando sería posiblemente más costo-efectivo (para expresarlo en términos de evidencia científica), o equitativo (en términos sociales) dedicar ese esfuerzo a mejorar la calidad de acceso y atención de los 15 millones de argentinos que dependen exclusivamente del sistema público. Pero, cómo era de prever, el espacio de escritura se acabó, y cómo de nada vale mirar a las advertencias que nos hacíamos más atrás, comencemos a caminar el futuro con la vista hacia delante, como decía José Martí (alcanzará el espacio?): “Ver después no vale, vale ver antes…y estar preparados”. Para mi tranquilidad personal, afortunadamente, y a diferencia de lo que me sucedió con el espacio, lo vi, lo escribí, lo ejecuté antes…y lo sostengo. Se acabó el espacio… .


Por el Dr. Rubén Torres

Director de la Maestría en Sistemas de Salud y Seguridad Social de Isalud
2007

 


 

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