lunes, 18 de noviembre de 2013

QUE ES SER INTELIGENTE?


El debate ya es un clásico y de las respuestas posibles se
desprenden distintas concepciones sobre el ser humano. También
consecuencias prácticas en la manera de encarar la educación y las
diferencias sociales.

Durante muchísimos años estuve a la búsqueda de una buena definición
de la palabra inteligencia ¿Qué es exactamente? Todo el mundo, y cuando digo todo es porque no hay manera de haber hablado con alguien que en algún momento no hubiera dicho: “es un tipo muy inteligente” o “una persona muy inteligente” o bien, “tiene una inteligencia descomunal” o al revés, “no tiene un gramo de inteligencia”.

Paro acá, porque usted ya entiende de qué hablo. Pero lo que me
asombra es que si uno le pide a alguien que le diga qué es la
inteligencia, lo más probable es que se encuentre con respuestas muy
variadas y dispares.

a) Se trata de la capacidad para resolver problemas.

b) Se trata de la capacidad para adaptarse rápido a situaciones nuevas.

c) La habilidad para comprender, entender y sacar provecho de la experiencia.

d) La capacidad de un individuo para percibir, interpretar y
responder a su entorno.

e) La habilidad innata en percibir relaciones e identificar co-relaciones.

f) La destreza para encontrar correctamente similitudes y diferencias, y reconocer cosas que son idénticas.

Obviamente, la lista podría continuar. Hubiera bastado que le dedicara más tiempo a recorrer Internet o buscar en las enciclopedias que tengo a mano. El problema reside en que no hay una definición aceptada universalmente sobre lo que significa.
Entonces, ¿de qué habla la gente cuando habla de inteligencia?

Más allá de mi resistencia y que me cueste aceptarlo, hay un hilo
conductor en lo que cada uno cree que dice cuando habla de la
inteligencia de una persona.
Pero tengo preguntas inmediatamente.
Sea lo que sea la inteligencia,
- ¿Uno es inteligente para todo?
- Una persona inteligente para los negocios, ¿es también inteligente
para la física?
- Para ser inteligente, ¿uno tiene que ser rápido?
- ¿Tiene que llegar a las conclusiones más rápido que la media? Y por otro lado, ¿cómo se mide la media?
- ¿Puede uno ser inteligente solo siendo profundo pero no necesariamente rápido?
- ¿Ser inteligente es tener ideas nuevas?
- Las personas inteligentes, ¿están preparadas para entender todas
las preguntas y buscar las respuestas?
- ¿Dónde está el punto o la línea, en donde uno pasa de no-inteligente a inteligente?

Las posiciones clásicas

Históricamente hay ya planteado un debate sobre el tema y, por
supuesto, hay varios ángulos para entrarle.
Unos sostienen que es una cuestión genética y, por ende, hereditaria. Otros, que depende del ambiente en el que el chico se desarrolla, los estímulos que recibe.
Y en el medio, todos los demás.
Desde 1930 se discute si la inteligencia es sólo genética o determinada directamente por las condiciones de contorno.
Pero fue en la década del ’60 y del ’70 en donde se produjo el vuelco más dramático entre el discurso público y el privado: nadie se atrevía a
decir abiertamente lo que los científicos especialistas en el área
comentaban en voz baja: la inteligencia –para ellos, claro está–
tiene un fuerte componente genético y, por lo tanto, hereditario.

En Estados Unidos, se publicó en 1994 la primera edición del libro
The Bell Curve. Intelligence and class structure in American Life
(“La Curva de Bell. La inteligencia y la estructura de clases en la vida norteamericana”).
Se convirtió automáticamente en un best-seller y generó todas las polémicas imaginables.
Sus autores, Richard J. Herrnstein y Charles Murray, presumen de haber encontrado una buena definición de inteligencia, formas de cuantificarla y, por lo tanto, formas de medirla. Aparecen análisis estadísticos (que
ellos interpretan como irrefutables desde el punto de vista científico) y un estudio pormenorizado del IQ (Intelligence Quotient, cociente de inteligencia o coeficiente de inteligencia).

El IQ se transformó en el método más general para expresar la
performance intelectual de una persona cuando uno la compara con la
de una población dada. El libro dividió a la sociedad norteamericana (no necesariamente en partes iguales). Quienes adhieren a las conclusiones de Herrnstein y Murray son vistos como reaccionarios de ultraderecha (y lo bien que hacen).
Los otros quedan ubicados en el amplio espectro que queda libre.

Lo que resultaría indispensable es analizar lo que se discute desde
un punto de vista más desapasionado. Es difícil debatir sobre un
tópico tan inasible e indefinible con certeza.
Otros científicos están fuertemente en desacuerdo con los tests de
inteligencia (y tambien lo bien que hacen) , “porque –sostienen– la más importante de las cualidades humanas es demasiado diversa,
demasiado compleja, demasiado cambiante y demasiado dependiente del contexto cultural y –sobre todo– demasiado subjetiva para ser medida por respuestas a una mera lista de preguntas”.

Y siguen: “La inteligencia es más equiparable a la belleza o a la
justicia que a la altura o el peso. Antes que algo pueda ser medido
necesita ser definido”.

Desde otro lugar, Howard Gardner, psicólogo de Harvard, sostiene que
“no hay un solo tipo de inteligencia o una inteligencia general,
sino siete caracterizaciones bien definidas: linguística, musical,
lógica-matemática, espacial, corporal y dos formas de inteligencia
personal (intrapersonal e interpersonal), basadas en la capacidad
computacional única de cada persona”. Y agrega: “Sé que mis críticos
dicen que lo único que hice fue redefinir la palabra ‘inteligencia’
extendiéndola hasta lugares que para otros ocupa lo que se llama
‘talento’. Pero si algunos quieren denominar al pensamiento lógico y
al lenguaje como ‘talentos’ y aceptan sacarlos del pedestal que
ocupan actualmente, no tengo problemas en hablar sobre ‘talentos
múltiples’ que puedan tener las personas”.

¿Ambiente o herencia?
Los debates ardientes continúan entre los que atribuyen la
inteligencia al contexto social de educación y los del otro lado del
mostrador, que la ven como genéticamente determinada desde el
momento de la concepción. Así puesto, el tema hierve, porque toca
las controvertidas cuestiones de educación, clases sociales y relaciones raciales.

Mi posición frente a este debate es que las condiciones de contorno
son esenciales. Un ejemplo: si el día que yo nací hubieran equivocado al bebé que le llevaron a mis padres, estoy seguro de que el chico que se hubiera desarrollado en mi casa hubiera tenido altas posibilidades de desarrollar sus habilidades libremente. Claro, no necesariamente hubiese sido ni matemático ni periodista. Pero lo que me queda claro es que hubiera explotado la habilidad “de fábrica” que tiene cada persona al nacer.

No quiero aparecer como un experto en el tema, ni mucho menos. Sólo
quiero plantear un problema que circula hace mucho tiempo y que no
tiene solución aparente. Mi opinión es sólo una más, tan valiosa (o no) como la de cualquier otra/o.

Pero la quiero dar igual: estoy convencido que todos nacemos con
alguna destreza, con el gusto por algo particular, con algún talento
o facilidad. Pero si un niño, desde el momento en que nace se
desarrolla en un medio ambiente sin posibilidades económicas, o sin
estímulos adecuados, es muy probable que nunca llegue a descuqué le gusta, ni qué disfruta.

Si les diéramos a todos los niños la posibilidad de vivir en condiciones de desarrollar todo su potencial entonces, después, podríamos analizar quién es inteligente y quién no. Aunque ni siquiera nos hayamos puesto de acuerdo con lo que quiere decir.
 
                                                    Adrian Paenza
Para el que escribe este blog UN GENIO

 

 

 

 

 

 

      

 

domingo, 3 de noviembre de 2013

LsSCA

“A diferencia de otros mercados –sostuvo la Corte– en el de las comunicaciones, la concentración tiene consecuencias sociales que se manifiestan sobre el derecho a la información, un bien esencial para las libertades individuales. La ley, al limitar la cantidad de licencias y registros persigue el enriquecimiento del debate democrático y, en definitiva, el fortalecimiento de la libertad de expresión y del derecho a la información de todos los individuos. En otros palabras, la regulación en examen apunta a favorecer políticas competitivas y antimonopólicas para preservar un derecho fundamental para la vida de una democracia como lo es la libertad de expresión y de información.”

sábado, 2 de noviembre de 2013

UN PAIS "SIN NEGROS" DONDE LA MITAD ES "cabecita negra"

"Cabecita negra" fue la manera despectiva con que se estigmatizó, en "un país sin negros", a la población trabajadora con alguna ascendencia indígena que llegaba a la ciudad en los años treinta. Es decir, cualquier diferenciación por origen nacional o por especificidad étnica tendía a disolverse en la identificación de clase que los englobaba. los pobres eran "negros" aunque no tuvieran ascendencia Africana. ¿Significa esto que la igualdad en el plano cultural fue realmente asumida por la población y excluyó las operaciones racistas?. No, significa-como señala Claudia Briones- que las operaciones racistas en Argentina "no admitem fáciles equivalencias con construcciones de negritud propias de otros contextos". Es el caso del "cabecita negra". Cuando en los años treinta, con el inicio de la industrialización sustitutiva de importaciones, se inicia un gran proceso de migración desde las zonas rurales hacia zonas las urbanas y de las provincias hacia Buenos Aires, surge esta fórmula estigmatizadora con la cual las clases altas y medias de las ciudades aluden a la masa migratoria. Como señalamos, " negro" no se asocia necesariamente en Argentina a ciertos rasgos fenotipicos africanos, sino que, a la vez que se afirma que "es un país sin negros" en ese sentido, tambien tiende a considerarse en el lenguaje ordinario a los "pobres" como "negros" o "cabecitas negras".
Esta es una operacion racista, donde la distincion social y la cultural están entremezcladas. La peculiaridad del caso argentino consiste justamente en que ese racismo resulta durante largas decadas funcional a una maniobra política: el peronismo. En "cabecita negra", como lo señala el autor, estaba "el matiz politico que puso sal en el enfrentamiento cuasi racista de porteños y provincianos: ser negro era ser peronista y viceversa". La forma del conflicto social en Argentina, organizado sobre la invisibilizacion de la diversidad interna, tuvo caracteristicas marcadamente políticas.
Así que "no hay negros", pero cerca de la mitad de la poblacion recibe esa denominacion por ser morena, mestiza, simplemente pobre, o por ser dirigentes sociales o sindicales. Por lo demás, agrego un dato: el 4% de la poblacion argentina tiene ascendencia afro. Esto es igual a casi 1 cada 20. Si aprendieramos a mirar sin blanquear, los veríamos. Están alrededor nuestro, son nuestros amigos o quizá nosotros mismos. Los "negros" no son los que venden mazamorra en los actos escolares, son parte de nuestro país, junto a otros invisibilizados. Algunos afrodescendientes son choznos de los esclavos del siglo XIX. Otros son caboverdianos hijos de caboverdianos. Y hoy hay inmigración desde diferentes países. Hay afrodescendientes en Argentina. Son menos que en Brasil, por supuesto. Pero no son pocos. tenemos dos opciones. La primera: no somos Europa. La segunda. Europa no es exclusivamente blanca. Con mayor precisión: ambas cosas son adecuadas.

Del Libro MITOMANIAS ARGENTINAS de Alejandro Grimson  pag. 90