domingo, 15 de enero de 2017

USTED YA TIENE SU VIETNAM

A mediodía, Helms se reunió con Edwards en el Hilton de Washington, y estuvieron hablando sobre el mejor momento para dar un golpe militar contra Allende. Aquella tarde, Kissinger aprobó 250.000 dólares más para la Guerra política en Chile. En total, la CIA entregó 1,95 millones directamente a Edwars, el Mercurio y su campaña contra Allende.
Aquella misma mañana, Helms le había dicho a Tom Polgar, que ahora era el jefe de la base de Buenos Aires, que tomara el primer avión hacia Washington, y que se llevara consigo al jefe de la Junta Militar argentina, general Alejandro Lanusse. El general era un hombre nada sentimental, que en la década de 1960 había pasado cuatro años en la cárcel después de un golpe fallido. La tarde del día siguiente, 15 de Septiembre, Polgar y Lanusse estaban sentados en la suite del director en el cuartel general de la CIA, aguardando a que Helms regresara de una reunion con Nixon y Kissinger.
"Helms estaba muy nervioso cuando volvió", recordaría Polgar. Y no le faltaban razones. Nixon le había ordenado que organizara un golpe militar sin decírselo al Secretario de Estado, al Secretario de Defensa, el Embajador estadounidense o al jefe de la base. Helms garrapateba las órdenes del presidente en un bloc

     Tal vez una posibilidad entre diez, Pero hay que salvar a Chile!
     10.000.000 de dólares disponibles
     Los mejores hombres que tengamos
     Hacer chirriar la economía

Helms tenia cuarenta y ocho horas para presenter un plan de ataque a Kissinger, y cuarenta y nueve días para frenar a Allende.
Tom Polgar conocía a Richard Helms desde hacía veinticinco años. Habían empezado juntos en la base de Berlín en 1945. Cuando entró, Polgar miró a los ojos a su viejo amigo y percibió un atisbo de desesperación. Helms se dirigió al general Lanusse y le preguntó que querría su Junta por ayudar a derrocar a Allende.

-Señor Helms-le dijo-, Usted ya tiene su Vietnam, no me haga a mí tener el mío


LEGADO DE CENIZAS
La historia de la CIA
Tim Weiner pg.324
Ed. DEBATE

miércoles, 11 de enero de 2017

La Guerra Secreta

La recopilación de datos de inteligencia no es un proceso científico. No existen certidumbres, ni siquiera cuando se logra acceder a la correspondencia del enemigo. Las señales -certezas mayores y menores- deben aislarse de entre una algarabía de "ruido".
En Agosto de 1939, en vísperas del pacto Nazi-soviético, un oficial británico tuvo acceso a los confusos mensajes que llegaban del Foreign Office sobre las relaciones entre Berlín y Moscú
Al intentar ponderar el valor de aquellos informes secretos, nos descubrimos-escribió- usando unos términos que podían hallarse en casi toda inteligencia, como le sucediera al capitán de los cuarenta ladrones, cuando, tras haber señalado con tiza la puerta de Alí Babá, se dió cuenta que Morgana había puesto marcas similares en el resto de portillos de la calle y no tenia modo de distinguir la indicación verdadera
Resulta estéril estudiar de forma aislada los triunfos de cualquier nación, su botín de revelaciones; conviene valorarlo en el marco de miles de páginas plagadas de trivialidades, o de absurdos sin más, que pasaban por las mesas de los analistas, los estadistas, los comandantes.
 "Los diplomáticos  y los agentes de los servicios de inteligencia, a juzgar por mi experiencia, son aún mas embusteros que los periodistas", escribió  el espía de guerra británico Malcom  Muggeridge, muy familiarizado con estos tres grupos, y también, algo charlatan
LA GUERRA SECRETA  Espías, códigos y guerrillas 1939-1945
Max Hastings pg. 12
Editorial Critica